martes, 8 de diciembre de 2015

Entrevista a Alejandra Menassa (completa)





Entrevista a

ALEJANDRA MENASSA

(Entrevista completa)

Fotografía: Kike Carbajal
Texto: David Martínez Romero

Madrid, 8 de diciembre de 2015



Es cosa cada vez más rara el encontrar a personas capaces de aunar diferentes cualidades, intereses, ambiciones más allá de un ámbito profesional, de un sector académico, de un espacio vital. Pero, sin duda, Alejandra Menassa es una de ellas: médico, psicoanalista, escritora, poetisa, pintora y últimamente también actriz, Alejandra se encuentra en una posición privilegiada para reflexionar sobre la naturaleza de los procesos creativos, ella misma inmersa en buen número de los mismos, y ello me impulsó a pedirle que nos concediera esta entrevista, convencido de que la conversación resultante sería sumamente atractiva. Nos recibe en su gabinete psicoanalítico, un tanto envuelto en penumbra, y resguardada por los cuadros que penden en la paredes, obra de su propio padre, el también multidisciplinar psicoanalista Miguel Óscar Menassa, fundador del Grupo Cero, se dispone a que dé comienzo a la conversación. A pesar de que ni las entrevistas, ni los contenidos en general producidos desde Homo Artifex responden a urgencia mediática alguna, no puedo dejar de comenzar preguntándole qué siente al haber sabido esta misma tarde que la película La invitación del presidente, escrita y dirigida por Miguel Óscar Menassa y protagonizada, entre otros, por ella misma, se cuenta entre las seleccionadas por la Academia de Cine Española para elegir las nominaciones de la próxima edición de los Premios Goya.
    
    Ha sido una sorpresa para todos responde, porque nosotros tenemos una productora muy pequeñita, estamos haciendo un cine muy de autor, totalmente fuera de los circuitos comerciales, y yo la verdad que cuando me he visto esta mañana en la misma página que Maribel Verdú y Juliette Binoche casi me da algo, vamos.
    —Dicho lo cual —prosigo—, me gustaría que, en general, sea lo que sea de lo que hablemos, lo enfoquemos desde el punto de vista de los procesos creativos, la relación del hombre, de la mujer con la creatividad. No sé por qué, pero la primera pregunta que se me ocurre para hacerte es si psicoanálisis es lo mismo que terapia, si se influyen el uno a la otra, o son cosas simplemente distintas.
    Vamos a ver —me explica Alejandra—: el psicoanálisis es un pensamiento sobre el hombre, sobre la mujer, un pensamiento sobre la humanidad, sobre los procesos mentales, los procesos psíquicos, e incluye una posible terapia, es decir, desde ese pensamiento, desde ese cuerpo científico se desprende un método terapéutico, pero es mucho más que un método terapéutico. Yo creo que el surrealismo hubiera sido imposible sin el psicoanálisis, por ejemplo, porque el psicoanálisis incluye el concepto de que la creación es desde el pensamiento inconsciente, que no es una cosa de la conciencia. El procesamiento es inconsciente, y el que habla de eso es Freud, quien nos da, digamos, la lógica de lo inconsciente. Luego hay otros teóricos que han ido trabajando…
    Pero ¿es Freud el único que destacarías? Su nombre va ligado al psicoanálisis, pero hay otros que merecen la pena…
    Hay otros cuantos. Yo, sinceramente, me quedo con Freud, Lacan… Menassa si quieres, porque lo otro son desvíos e intolerancia hacia distintas cuestiones de la teoría que planteó Freud. A unos no les gustaba la pulsión de muerte, y entonces se hacían una teoría que no tuviera pulsión de muerte, a otros no les gusta que la sexualidad tenga un papel preponderante en los humanos, y entonces se hacen una teoría donde la energía es asexual, por ejemplo: Jung. Es decir, son desvíos de la teoría por falta de tolerancia hacia esto o lo otro, y la teoría freudiana es un conjunto, todo está relacionado con todo, no se puede decir a esto sí y a esto no. Es una teoría completa, si te sales ya es otra cosa, ya no es psicoanálisis.
   
    La mención de la importancia de todos y cada uno de los elementos de un sistema en el propio sistema me hace pensar en mis estudios casi obsesivos de Hegel y Nietzsche, y caigo en la cuenta de que a lo largo del tiempo he encontrado muchas afinidades entre Nietzsche y Freud, muchas de las cuales supuse no eran más que mis propios prejuicios provocados por mi propia pasión por Nietzsche. Pero el caso es que recientemente descubrí que en su Autobiografía Freud reconoce que, de hecho, se obligaba a no leer a Nietzsche porque muchas de las conclusiones del filósofo trágico influían demasiado en las investigaciones que estaba llevando a cabo el propio Freud. Le pregunto a Alejandra qué piensa sobre esto.




    Totalmente —responde—. Vamos a ver. Hay un pensamiento sobre el ser humano, el pensamiento occidental (por no meternos ahora en la filosofía oriental, porque no resultaría mucho más complejo), pero en el pensamiento occidental hay resonancias, como el concepto de repetición de Freud, que tiene resonancias en otros autores…
   
    Le pido que me explique el concepto de repetición en Freud.

    Significa que tendemos a repetir aquello de lo que hemos gozado: cualquier cosa que nos ha hecho gozar, en lo que hemos encontrado un goce, pues tendemos a repetirlo. Sea bueno o sea malo, quiero decir: el goce no es el placer, el goce puede ser algo que es muy nefasto para el sujeto. Pero tenemos una tendencia a la repetición de eso. Ese concepto está bastante extendido en la filosofía, no es solamente un concepto freudiano. Evidentemente, Freud no está fuera de la historia del pensamiento, hay muchísimas conexiones con otros pensadores. Aunque nos estemos refiriendo al terreno del psicoanálisis, él además escribió cartas con Einstein, tiene numerosas referencias a Nietzsche, tiene referencias a muchos otros. De la época, tuvo relación con escritores, con poetas. Freud es uno de los que van a la poesía; Freud decía que la poesía siempre predice la ciencia, que la poesía habla de algo, de un imaginario que luego la ciencia conceptualiza, pero la poesía ya ha predicho. Eso está en toda la obra de Freud, por eso es tan importante la creación, por eso te decía que el psicoanálisis es mucho más que una terapia. A nosotros se acerca mucha gente que lo quiere es aumentar su capacidad de creación. Lo que tú llamabas creatividad, que a mí no me gusta mucho llamarlo creatividad, me gusta más llamarlo creación, la poiesis, la poesía, como decía Platón. Porque creatividad… un creativo puede ser cualquiera, es un trabajo más organizado, pero la creación es otra cosa más difícil, es un dejarse llevar por lo inconsciente, es otra cosa.
    A mí me gusta hablar mucho hablar de «pensamiento creativo». ¿Crees que la creatividad — continúo preguntando— tenga relación con la curación y la sanación?
    Eso es interesante. Se han utilizado mucho las terapias de pintar para paliar la enfermedad, de poesía, de grupos de poesía, como tratamiento. Yo creo que es al revés, es decir, hay que estar muy sano para poder crear, es cosa muy compleja la creación, otra cosa es manchar un lienzo con… pero para crear realmente, para producir algo diferente con los mismo elementos de que disponemos todos los seres humanos (o bien las palabras o bien los colores que son significantes, o las notas musicales, pero que cada uno los va a combinar y va a producir una nueva creación), hay que estar muy sano. No es que te cure la poesía, es que para hacer poesía hay que haber pasado antes por un proceso en el que primero tienes que salvarte de la envidia de los otros, porque toda producción social va a ser legada después a la humanidad, todo producto creativo va a ser dado a los otros, una novela que tú publicas o una película que haces, se la vas a dar a los otros.
    ¿Y qué pasa ahí con la envidia?
    Pues que si tienes un poco de asco por los otros seres humanos… Esto se ve mucho, hay muchas inhibiciones de la creación que tienen que ver con cierto rechazo hacia el resto de la humanidad: “Esto no se lo voy a dar nadie, esto me lo guardo en el cajón del escritorio porque es maravilloso y que no lo toque nadie…” Entonces, bueno, también hay que tener unos sentimientos un poco elaborados para poder llegar a la escritura o a la creación.
   Sólo una cosa más sobre Freud —insisto—, una de las frases que más he escuchado en mi vida es Freud ya está superado, procedente de gente que es patente que no lo han leído. ¿A qué crees que se debe este rechazo, qué pasa aquí?
    A ver: Freud tiene un texto precioso que se debería leer todo aquel que quiera responder a la pregunta de por qué hay tanto rechazo al psicoanálisis. Se llama: Una dificultad del psicoanálisis. Primero: que está superado Freud, vamos a ver, las ciencias son atemporales; ahora Aristóteles tiene una vigencia, Platón tiene una vigencia, Hegel tiene una vigencia, Heidegger tiene una vigencia, todos los autores tienen una vigencia, aunque las teorías se van complejizando y se van a aportando unas a otras, pero nada queda obsoleto, nada queda superado, y la idea de «superación»… es una mala lectura de Hegel, porque Hegel hablaba de “relevo”, no hablaba de superación, hablaba de que una figura releva a la siguiente.
    Bueno —añado—: la cancela integrándola.
    Exactamente, pero no es la idea de superación en el sentido de borrar lo anterior, sino que se contiene, la figura posterior contiene a la anterior, es una idea más de relevo en el sentido del relevo en los atletas que se pasan el testigo para seguir corriendo en las Olimpíadas griegas. Entonces: la idea de superación es una mala interpretación de Hegel por la vulgarización que se hace de él y porque la gente nunca va a las fuentes para leer el texto, sino que se lee a fulanito de tal que ha escrito tal sobre el texto, y luego se producen estas confusiones.
    Pero cuál es la razón del rechazo.
    —prosigue Alejandra—. Primero, Freud no está superado, porque cien año para una ciencia es absolutamente nada, no podemos medir el tiempo de la ciencia con el tiempo del humano, de la pequeña vida humana, de los pocos años que duramos en la Tierra; la matemática tiene cuatro mil años y nadie puede decir que la suma está obsoleta, o que está pasada o que está superada, es decir, la ciencia tiene otra temporalidad que no es la del sujeto. Y luego, a Freud se lo rechaza porque no es una ciencia que hable de la naturaleza, o más bien habla de la naturaleza humana, pues nos toca íntimamente, y el psicoanálisis nos cuestiona, es muy cuestionador, y es muy revolucionador del sujeto, o sea: no te deja nunca como estabas, te mueve los prejuicios…
    —¿O sea: incomoda?
    Exactamente, incomoda. Incomoda, además, con una cosa muy pusilánime a veces, por ejemplo, la introducción del concepto de sexualidad, sin la cual es imposible comprender algunos de los síntomas histéricos. Pues eso: la pusilanimidad de 1900 lo rechazaba, pero es que la actual también lo rechaza. Es decir, ahí sigue habiendo un rechazo a que la sexualidad tiene que ver con la vida de los sujetos y con lo que nos pasa, y no solamente con las relaciones genitales, la sexualidad es mucho más amplia, nos influye en todo lo que hacemos, en cualquier verbo que ejerzamos.
   —¿Por qué es tan importante para el psicoanálisis constituirse como ciencia?
    Es interesante esta pregunta porque… ¿de qué ciencia hablamos, de qué concepto de ciencia hablamos cuando decimos que el psicoanálisis es una ciencia? Evidentemente no podemos utilizar los mismos parámetros que se utilizan para la ciencia positivista, para las ciencias matemáticas, para las ciencias físicas. El psicoanálisis es una ciencia conjetural, como el marxismo, que también es una ciencia, pero es una ciencia conjetural, es una ciencia que es como una conversación entre amigos, como decía un teórico que estudia estas cuestiones. ¿Por qué es una ciencia? Porque toda ciencia tiene la característica de develar una ceguera sobre lo humano, cuando nos viene a mostrar, diciendo: “Miren, ustedes no estaban viendo esto, no estaban viendo los procesos inconscientes, cómo puede ser esto, a ver. O sea, creen que todo lo que pasa a un sujeto le pasa por la conciencia, que todo lo controla, que todo lo sabe, que todo lo percibe. Pues hay un montón de cosas que nos pasan sin que nosotros nos demos cuenta de por qué nos están pasando, ni podamos explicar las razones de por qué sucede”. Es decir, hay una parte de nosotros que funciona de manera inconsciente, y esa es la ceguera que viene a develar Freud, lo que nos viene a mostrar, por eso tiene la categoría de ciencia.
    Estamos hablando entonces de ciencia como desvelamiento de un ámbito de lo ente, y en esta caso, del ámbito del inconsciente humano.
    Exactamente. Ésa es la idea.
    ¿Cuántos ámbitos creativos tocas?
    A ver: yo escribo poesía, que fue lo primero que hice desde antes del psicoanálisis, antes de todo. Empecé a ir un taller de poesía como a los dieciocho años, me leí la obra de varios poetas… además yo soy un poco exagerada, muy apasionadamente, es decir, me encerraba con un poeta una semana y hasta que no había terminado toda la obra no pasaba al siguiente. Luego, unos años más tarde coordiné un taller de poesía, hasta los 21 o por ahí, y he estado toda la vida en relación con la poesía. Mi primer libro de poesía lo publiqué a los 21 años, tengo ya siete libros publicados, y ella fue el primer amor, por decirlo de alguna manera, y creo que lo poético está en todo. Después también he pintado, tengo varias exposiciones hechas en Madrid; he hecho cerámica, otros tipos de escritura, ensayo, tengo varios libros de medicina, de psicoanálisis, publicados, novela… tengo ahí un par escritas, pero no están publicadas y yo creo que no están para publicar, aún las tengo que trabajar. Y bueno, luego vino el cine también a nuestras vidas, de repente. Esto fue aproximadamente en el 2001. Creamos una pequeña productora, entre varios psicoanalistas: hemos hecho 25 cortos, hemos hecho cuatro largometrajes, y uno de los largos, que es La invitación del presidente, pues ya sabéis, está seleccionado a los Goya en varios rubros, y en uno de ellos como actriz principal estoy yo. Nosotros siempre hemos hecho un cine independiente, bueno, con la primera película casi nos arruinamos por cierto. La hicimos toda con créditos personales, pedimos cada uno un crédito, y al meternos en el mundo del cine nos engatusaron: “Ahora hay que poner esto de no sé qué, y todo carísimo, 35 mm y no sé cuántos”… y al final, una pasta de película. Ahora estamos haciendo un cine mucho más modesto, autosuficiente, nos hemos comprado todas las máquinas, el AVID para montar las películas. No queremos hacer un cine que compita con el cine comercial, ni que tenga muchos efectos, nosotros estamos intentando decir algo con las películas, estamos intentando incluir el pensamiento psicoanalítico, todos los personajes hablan, es una cosa muy curiosa del cine de Menassa: la historia se va construyendo sobre los diálogos, el diálogo tiene una preponderancia absoluta sobre la imagen, es decir, la imagen va detrás de las palabras siempre, es un cine muy peculiar.


   

    Le pido a Alejandra que me hable ahora de su formación académica.

    Yo soy médico internista, hice la residencia en el Hospital Doce de Octubre. Soy psicoanalista, estoy formada en la Escuela de Psicoanálisis de Grupo Cero, y sigo en formación, estoy dando clases en ella. Soy profesora del Seminario de Medicina Psicosomática hace mucho años, sigo trabajando de médico y ahora estoy haciendo un proyecto muy bonito con el que estoy muy emocionada e ilusionada: estoy trabajando en una clínica de medicina integrativa donde intentamos abordar las enfermedades aparentemente del cuerpo, tipo hipotiroidismo, enfermedades autoinmunes, lupus, cáncer incluso, de una manera global, incluyendo lo psíquico. Aquí estoy trabajando como médico internista y también como psicoanalista. Me parece un proyecto fascinante y queriendo publicar más cosas en él. Hemos publicado un libro que se llama Doctor, por qué no puedo adelgazar, que presentamos hace un mes y medio. Este libro hace la experiencia con los obstáculos que nos hemos encontrado cuando una persona viene a decirnos que quiere adelgazar, por qué tiene tanta dificultad para hacerlo, y bueno, cuáles son los obstáculos psíquicos, de alguna manera. Mi formación es continua, yo sigo en formación en la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, sigo yendo a congresos de medicina, creo que la formación de un profesional de la medicina no puede acabar con la carrera, hay que seguir formándose. Cualquier profesional bueno tiene que seguir formándose.
    Uno tiende a pensar —comento— que cuando se acude a terapia, o a psicoanálisis, o a algo parecido, es porque se tiene un problema, que hay que esperar a tener un problema para hacerlo.
    Eso es lo que comentábamos antes. No es necesario estar enfermo para psicoanalizarse. Por eso, nosotros, ahora estamos trabajando mucho (por relacionarlo con la creatividad,) con actores, nos vienen muchísimos actores, primero porque hay cierta escuela que los traumatiza un poco, y luego porque hay muchos que quieren trabajar ciertas inhibiciones, dificultades que tienen a la hora de desarrollar los personajes: timidez, vergüenza, etc., etc. Cantantes también hay muchos, miedo escénico, nos consultan bastante por eso, pero no necesariamente llegar a no poder cantar, como ha habido algunos casos reciente de abandono de la carrera discográfica por el problema de la fobia al escenario o del temor, el miedo escénico. Sin llegar a eso, hay mucha gente que tiene cierto grado de angustia, o que simplemente quiere llegar a sentirse más cómodo. Y para levantar inhibiciones, porque a ver, Freud decía, y es una frase que me parece súper bonita, que en todo hombre hay un poeta, en toda mujer, en todo ser humano. Y entonces hay que dejarlo salir, y lo tenemos ahí bajo llave, por eso el psicoanálisis ayuda mucho a esto, a levantar las inhibiciones que no nos dejan desarrollar la creatividad, la creación.
   
    Le pido que amplíe en relación con enfermedades patológicas.
   
    No hay una sola enfermedad del ser humano en la que no haya una participación de su psiquismo. Desde el cáncer, el SIDA, enfermedades del colágeno, lupus, trastornos funcionales, que son muy frecuentes, por ejemplo el colon irritable… en todas las enfermedades que afectan al cuerpo hay participación del psiquismo, y desde luego las enfermedades propiamente mentales, las neurosis obsesivas, los trastornos de angustia, la histeria… El psicoanálisis es un instrumento muy eficaz como terapia, pero no sólo eso, es mucho más. Como te decía, todo el surrealismo es bastante difícil pensarlo sin el psicoanálisis, la pintura de Dalí es una pintura francamente onírica, y Magritte, aunque rechazaba un poco el psicoanálisis… pero bueno. También el psicoanálisis nos vienen a decir que cualquier palabra se puede combinar con cualquier palabra. Es la libertad de la escritura, que no tienes que estar dentro de unos cánones, ni decir las cosas como el orden establecido dice, sino que puedes tener la libertad de combinar cualquier palabra con cualquier palabra.




    Le pregunto si no cree que, en el caso de producirse la fortuna de resultar nominada al Goya como mejor actriz, la exposición pública resultante de ello pudiera afectarle negativamente.

    Yo he estado bastante en los medios —responde Alejandra—, he estado y me he decepcionado, y he pasado. O sea, me llaman de Telecinco y les digo: “Sí, buenos días y adiós, llamad a otro”. Pero sí, tuve una época que estuve bastante ahí. Creo que si la fama, si sirve para algo, es para difundir lo que uno cree que le puede hacer bien a la gente; en mi caso, no creo que la fama tenga otro interés. Si desde un lugar de más audiencia puedo difundir ideas que le pueden servir a alguien, que pueden ser de ayuda para alguien, pues encantada, ya con eso más que pagada.
    —¿Cuáles son tus planes inmediatos de futuro?
    —Pues tenemos muchas cosas. Me nombraron presidenta de la Sociedad Española de Medicina Integrativa, la SESMI, hace poquito, un año y algo, y bueno, pues estamos intentando establecer relaciones con otras sociedades de medicina integrativa a nivel internacional, ya hemos comenzado con la sociedad europea; vamos a firmar un acuerdo con la Fundación MOA, que es la encargada de la medicina integrativa en Japón, y que está intentando implementar la medicina integrativa dentro de sistema de salud japonés, como si dijéramos dentro de la seguridad social. Nosotros querríamos hacer algo parecido en España, que se pudiera tener acceso a esta medicina que es privada y por lo tanto es muy cara, pero es una medicina mucho menos dañina, mucho menos iatrogénica, porque las sustancias que nosotros utilizamos no tienen prácticamente efectos secundarios, no utilizamos fármacos clásicos, utilizamos en todo medicina ortomolecular, minerales, vitaminas, aminoácidos, nutrientes, es decir, la idea hipocrática de ayudar al cuerpo a recuperarse por sí solo, a volver a la physis, volver a su naturaleza. Por eso, aportamos los nutrientes necesarios y luego incluimos el psicoanálisis, que es fundamental: somos un todo, somos cuerpo y mente, y enfermamos todo a la vez, no enfermamos una parte por un lado y otra por el otro, cuando sufre el cuerpo la mente se ve afectada, y viceversa, de modo que son inseparables, o sea que hay que atender a ambas cuestiones.

    Le pido que me hable un poco del Grupo Cero.

    Grupo Cero es una escuela de psicoanálisis, pero es también más que eso. Grupo Cero es un movimiento científico-cultural, de hecho, en el año, si no me equivoco, 2013, nominaron a Miguel Óscar Menassa, que es el director de la escuela (mi padre, por cierto) para el Premio Nobel de Literatura. Esto lo presentó la AIWA, una asociación internacional de escritores que está en Ohio, en Estados Unidos. Ellos son conocedores de la obra de mi padre y le presentaron al Premio Nobel de Literatura; Teresinka Pereira, la persona que le presenta, presidenta de la asociación, es una poeta bastante reconocida mundialmente. Ella nos presenta diciendo: “Uno de los movimientos científico-culturales más importantes del siglo XXI”. Yo eso no lo sé, no me atrevería a decirlo, pero sí es verdad que hay una verdadera preocupación por hacer cultura y por difundirla, en todas sus maneras, tanto la pintura, como la poesía, la cerámica, el flamenco, la música, eso es Grupo Cero, fundamentalmente. Y el psicoanálisis está incluido ahí, en toda una parte que es el departamento de clínica del que yo soy directora junto con otra compañera, la doctora Pilar Rojas, más dedicado al campo de la salud, específicamente. Pero creación y salud están íntimamente relacionadas en el Grupo Cero.
   
    Llegados a este punto, le pido que me hable también de su padre.
   
    Mi padre, ¡je! —ríe cariñosamente—. Mi padre es una de las personas más generosas que yo he conocido nunca, es de las pocas personas que no sólo hace las cosas sino que dice cómo las hace, las muestra, es de los pocos pintores que tienen en Internet cómo él hace los cuadros; hay muy pocos pintores que hagan eso, parece una tontería, pero no lo es. Él, eso, lo hace con todo: si hace cine, escribe sobre cómo hace cine, si hace psicoanálisis escribe sobre cómo hace psicoanálisis, es decir, siempre ha sido muy generoso con el conocimiento, y es de las pocas personas que yo he visto (esto que decíamos antes de la envidia) que tiene tan analizada su envidia que deja crecer todo lo que se acerca a él. Es decir, normalmente los maestros es difícil que tengan un número ingente de alumnos brillantes alrededor suyo, aunque evidentemente ha habido muchos maestros que lo han permitido, pero no es fácil, y no es lo más común. Yo creo, que un maestro, y Menassa es un maestro (en muchas cosas además, en muchos campos, el psicoanálisis, la poesía, la pintura…) es un maestro que deja crecer a sus discípulos, lo cual es muy de agradecer.




    Para finalizar nuestra entrevista, le sugiero a Alejandra que añada lo que le parezca oportuno añadir.

    Creo que no hemos dicho que la creación es un trabajo. Y me parece muy importante decirlo; ya lo decía Picasso, en frase famosa: “Que la inspiración te pille trabajando”. La creatividad no es una cosa de musas, es una cosa de trabajo, trabajo sobre uno mismo, trabajo de lectura… Me parece una aberración llamarse poeta cuando no se ha leído a los grandes poetas, sinceramente, no estoy juzgando a nadie, pero me parece… De hecho, yo no me atrevería a llamarme poeta, soy una persona que escribe, y que lee mucho, soy una gran lectora, eso sí que lo puedo decir… si somos poetas o no, lo dirá la historia. Pero creo que es un trabajo, un trabajo de lectura, primero, y después de escritura, por ejemplo la poesía.
    O sea, que requiere un esfuerzo.

    Sí, requiere un trabajo, requiere horas, requiere lectura, no sucede desde la nada, uno no crea desde la nada.


Fin de la entrevista completa






viernes, 20 de noviembre de 2015

Luis Verde Quintet en Bogui Jazz




LUIS VERDE QUINTET

EN BOGUI JAZZ


Por David Martínez Romero

Madrid, 20 de noviembre de 2015


Luis Verde Quintet (imagen cortesía de Bogui Jazz)



No es éste precisamente un cable de última hora, lo sé, pero el hecho es que el pasado sábado 26 de septiembre, Luis Verde presentó en Bogui Jazz su segundo disco, titulado In lak’ech - Hala k’in, y lo hizo acompañado por el íntegro quinteto también responsable, junto a un selecto grupo de amigos invitados, de la grabación del álbum: Ariel Brínguez (saxo tenor), Marco Mezquida (piano y Fender Rhodes), Michael Olivera (batería y percusión), y Reiner Elizarde, “el Negrón” (contrabajo). La apuesta musical para un sábado noche resultaba un tanto arriesgada, como reconocería el propio Dick Angstadt, director de Bogui Jazz, tratándose de un compositor, Luis Verde (saxos alto y soprano), cuya propuesta jazzística excede los límites de una tradición algo osificada tanto en los gustos del público como en la habitual selección de las salas de jazz madrileñas, esto es, de las pocas que quedan y, como es el caso de Bogui Jazz, mantienen heroicamente el pulso a la desidia institucional y a las múltiples dificultades que entraña la música en directo, amplificadas cuando se trata de música creativa, o contemporánea, o simplemente jazz.

    Y sin embargo, el riesgo tuvo su recompensa, por lo que respecta a los asistentes, que llenaron la sala y valoraron con su viva atención y entusiasta aplauso la ejecución del quinteto, pero desde luego también para el más entusiasta de todos, el mismo Dick , quien se mostró exultante ante el resultado de su apuesta. Ante todo, celebró la concentración de la audiencia: “Parecía La Scala de Milán –dijo–: ¡No se oía ni un suspiro!” Y no pudo dejar de agradecer la presencia de otros músicos entre el público, de los cuales aseguró que, estaba claro, habían ido a escuchar. Pocos días después, Luis Verde compartía conmigo la excitación, y afirmaba “estar muy contento con lo que se tocó y cómo se tocó. Y estoy más que contento con los músicos, mis amigos. Los amo a todos y cada uno de ellos.” Debo confesar que también yo me sentí orgulloso de haber sido invitado a la presentación y de haber tenido oportunidad de escuchar previamente el disco, junto con el anterior (World of distractions), ambos cedidos amablemente por el propio Luis. La inevitable búsqueda de referencias cuando se trata de comunicar “una” experiencia quizá demuestra lo superfluo de la experiencia misma, pero en este caso resultaría además inútil porque es ciertamente complicado encontrar referencias inmediatas a la música de Luis Verde. Y esto, dicho sobre un artista que reconoce expresamente no tratar de innovar, sino limitarse a dar salida a su propia voz, a pesar de lo cual él tiene claras las influencias que lo han acompañado en el proceso de creación, entre las que cabe destacar a Ambrose Akinmusire o Gerald Clayton.


Luis Verde, fotografiado por Antonio Porcar


    Las sensaciones que tuve en mi primera escucha del disco en la intimidad, refrendadas por la apasionada ejecución de la presentación, se han seguido manteniendo en las sucesivas escuchas que le he dedicado desde entonces. Quizá mi mayor elogio, consciente de que tampoco esto significa demasiado, es que, de hecho, he incorporado el disco a mis listas habituales, de modo que regresa una y otra vez junto con mis selecciones favoritas. La calidez de los tonos, la curiosa cercanía a pesar la complejidad estructural que se alcanza en no pocas ocasiones, la variedad en los registros y, a pesar de ello, la imagen de sólida unidad, o los rasgos oníricos que vibran a menudo incandescentes, todo ello converge en piezas como Cuando el corazón fluye 2, Leviatán o la “Intro” de Chava Chida, por poner solamente tres ejemplos. Pero desde la imaginación del escritor y realizador audiovisual que firma este Apunte, lo más destacado, y agradecido, de la música de Luis resulta ser su «visualidad» (sin duda es demasiado pronto para hablar de un carácter visionario), la facilidad con que atendiendo a sus composiciones se dibujan planos, escenas, situaciones en mi mente, y me encuentro así completamente integrado en su desarrollo. Mi propuesta es hoy escuchar In lak’ech - Hala k’in para contrastar así mi opinión y, de paso, conocer, y aún mejor reconocer a este joven artista sumamente prometedor que responde al nombre de Luis Verde.

    La idea era, en realidad, aguardar a un próximo regreso de Luis a los escenarios madrileños para publicar este apunte conjuntamente con la entrevista, pero he decidido hacerlo ya, porque la distancia podría hacerse kilométrica. Y éste es el problema. Me resulta aterrador pensar que no son más las oportunidades de disfrutar del Quinteto de Luis Verde, para empezar en Madrid, también en las restantes ciudades de nuestra española geografía, y por seguro en otros países de cuidada cultura jazzística. Como en su caso, son numerosos los creadores e intérpretes de jazz, jóvenes y no tan jóvenes, que carecen de la exposición que indudablemente merecen e innegablemente necesitan, todo lo cual va en detrimento de un público que, a su vez, tiene la obligación de mostrarse más exigente con la oferta cultural autóctona, comenzando por exigir la oportunidad de conocerla de primera mano.


    Es preciso situar la importancia del jazz, de la música creativa, en la música contemporánea: no me parece desatinado medir el nivel cultural de una sociedad por el cuidado e interés que demuestra hacia el jazz, medición de todo punto cualitativa frente a otras conocidas mediciones de carácter estadístico que, además, no hay quien se crea. Hace ya mucho tiempo que el jazz pasó de ser una peculiaridad folclórica del Norte Americano, para alcanzar una universalidad de la que hay que enterarse, dicho para todas las instituciones estatales relacionadas con la cultura, y para sus representantes. Claro que, para darse por enterado, hay que tener en general la capacidad de enterarse de algo.











Entrevista a Luis Verde (resumida)



Entrevista a

LUIS VERDE

(Versión resumida)

Por David Martínez Romero

Madrid, 28 de septiembre de 2015

Luis Verde, fotografiado por Antonio Porcar


De nuevo en La Latina. Me voy a ir haciendo a la idea de que tengo una fijación con el barrio, aunque en este caso me disculpa el hecho de que Luis Verde, músico, compositor, saxofonista, jazzista y autor del disco In lak’ech - Hala k’in, vive en la zona. De modo que nos encontramos a la salida del metro y caminamos hasta una terraza situada en la Calle de San Millán, pese a que está lloviendo, o más bien chispeando, y nos sentamos para dar comienzo a esta entrevista, bajo una sombrilla que muy pronto dejará de servir para resguardarnos del agua. Hace apenas tres días que Luis presentaba en Bogui Jazz su nuevo disco, así que no puedo dejar de comenzar preguntándole qué sensación le ha quedado después del concierto.

    –Estoy muy contento con lo que se tocó y cómo se tocó –asegura–. Y estoy más que contento con los músicos, con mis amigos. Los amo a todos y cada uno de ellos. El nivel de musicalidad… siempre se puede alcanzar más, eso lo tengo muy claro. Hay un par de canciones que voy a modificar; no completamente, sino la estructura en pequeños sitios, para dar más libertad fijándome en los músicos que tengo en cada sitio. Marco [Mezquida,] por ejemplo, es muy lírico tocando, es un pianista increíble, pero saber lo que le puedes dar a él… o que Ariel [Brínguez], por ejemplo, tiene mucha más fuerza tocando, y si pensaba poner dos solos en un tema, igual lo apropiado era darle el solo a Ariel, y aprovechar el otro para otro momento, espacios para la batería… No sé, son pequeños detalles del jazz. Yo estoy muy contento con el bolo, qué te voy a decir, para mí es felicidad, quiero hacer más.
    


Luis Verde Quintet (imagen cortesía de Bogui Jazz)


    Me viene entonces a la cabeza algo que me dijo Luis en nuestro primer encuentro, un par de semanas antes del concierto, respecto a la ausencia de swing en sus composiciones, y le pregunto si falta en este disco en concreto o, en general, en todas sus piezas.

    –No es que no lo haya –responde–, el swing está implícito. No lo hay en cuanto estilo musical como tal, como aquella música de los años 30, 40, 50…
    –Menciono el tema del swing –aclaro– porque creo que para el oído que no está acostumbrado al jazz, pero que quiere adentrase en este mundo, es fácil tender a buscarlo, y me parece interesante hablar de jazz más allá del swing, en cuanto modelo clásico del jazz de mediados del siglo XX.
    –Bueno –continúa Luis–, lo del swing para mí es un tema importante. Toda la música tiene swing, o sea: el swing es simplemente una palabra, que significa balance, para mí, y algo tiene que estar balanceado para que sea bello. Yendo un poco más allá, cada música popular tiene un tipo de swing diferente. Cuando alguien te explica el swing dentro del jazz, hablando más técnicamente, primero, de antemano –aquí Luis chasquea los dedos para señalar el ritmo–, marca al dos y al cuatro: eso ya de antemano te gira la cabeza. Por ejemplo, en España, siempre que ves a alguien dando palmas, las da al uno y al tres –da palmas ejemplificando el ritmo–, e inequívocamente el swing que se está así generando resulta mucho más infantil. El otro tiene mucho más balance, es mucho más atresillado, mucho más juguetón.
   
    Justo en este momento arrecia la lluvia y nos levantamos para cambiarnos de mesa, pero sin abandonar la terraza.

    –Me interesa especialmente entender qué ocurre cuando eliminar el swing para ir en otra dirección –explico–, porque creo que culturalmente estamos un poco acostumbrados a él, y cuando falta, también cambia el ámbito en el que nos movemos.
    –Bueno –prosigue Luis–, como casi todo en la vida, siempre hay corrientes, siempre hay una corriente más tradicionalista o más conservadora. Y dentro del jazz pasa lo mismo, hay gente que es tradicionalista, y gente que simplemente hace lo que quiere. Wayne Shorter, que para mí es como una especie de, no sé… si alguien es divino, este tipo de personas son divinas, ¿no? Pues él siempre dice: “Experimenta, búscate a ti mismo y usa tu propia voz, y si sientes que todo es raro, que no vas por el buen camino… vas por el buen camino. Y si ves que no te entienden, buscar es positivo”. Yo no creo que esté haciendo algo completamente innovador, porque al final, quién sabe si es realmente innovador o no, eso lo tienen que decir otras personas. Yo estoy haciendo la música que considero, con el bagaje que tengo, también de la tradición del jazz: ya he estudiado mucha tradición del jazz, podría seguir estudiando e igual posiblemente me quede escarbando en la superficie. Pero realmente la música que yo he escuchado, los músicos a los que he escuchado desde hace muchos años, no son tradicionalistas, yo no puedo hacer swing, no puedo tocar lo que tocaba Charlie Parker, no me sale natural componer eso. He estado escuchando a Ambrose Akinmusire o a Gerald Clayton... estamos en el 2015 y mi música se parece mucho a eso, y está en mi oído porque ya lo he escuchado en algún momento. Tú tienes tu parte de originalidad, porque tú no dejas de ser tú, y eres un individuo, y eso es genial. 
    –¿Qué nivel de improvisación hubo en la noche de la presentación?
    –Ridículo: muchísimo. Que eso también me encanta, porque aunque yo soy de escribir mucho, me encanta que los músicos con los que toque puedan expresarse. Y soy muy detallista, hasta esa línea que está tocando, sí, la escribí, pero se rompe, y de repente pasan cosas nuevas. Por ejemplo: al final del concierto faltaba la mitad de una canción, y dio igual, porque de repente Marco se quedó en tres acordes, miré a Ariel… con Ariel yo he tocado mucho –aclara–, en cuartetos de saxos, y entonces nos miramos y dijimos: “Venga, vamos a tocar en estos tres acordes”, e hicimos ahí como una medio improvisación colectiva, y fue perfecto, fue precioso, no hubo ningún problema.


Luis Verde, fotografía de Antonio Porcar


    –¿Y qué esperas que suceda ahora? Supongo que tu pelea pasa por conseguir más conciertos.
    –Estoy en eso. Voy a seguir componiendo, no voy a parar. Voy poquito a poco, pero creo que ahora voy por el buen camino, y claro, mi pelea es conseguir más conciertos. Si consigo alguien que me ayude, genial, y si no pues nada, sigo por mi cuenta, que más o menos se van consiguiendo las cositas… Ojalá fueran suficientes como para permitirme seguir haciendo lo mismo, que es componer y seguir haciendo más música. Creo que lo voy a conseguir.
    –Ojalá. ¿Qué razones darías para acercarse a tu música?
    –Mira, hay dos cosas que para mí son importantes en la música. Siempre que alguien está buscando algo más, siempre que no te conformas con lo que tienes delante o con lo que se te ofrece de antemano, eso es una alegría, porque normalmente lo que te ofrecen de antemano está completamente manipulado y es para manipular. Yo lo hago con mucho amor, y ofrezco lo que yo soy sin más pretensiones. ¿Para que la gente se acerque? Bueno, yo creo que esto es buena excusa para los que no se conforman con lo primero que viene. No sé cómo explicarlo. Creo que es importante apoyar la música original que se hace en este país, creo que hay mucho arte, creo que hay muchas personas haciendo cosas muy interesantes, y no se les apoya lo suficiente. Posiblemente no sea una cuestión del público. Hay mucha gente que me dice: “No hay público”. El otro día tenía una conversación con un amigo sobre esto y yo decía: “Mentira, no hay público porque no se les ofrece”. Necesitamos apoyo institucional, necesitamos subvenciones, necesitamos todo lo que sea para apoyar la cultura. El otro día fue un ejemplo más, para mí, de gente que no está acostumbrada a escuchar música moderna, jazz, música que tienes que aprender a apreciarla, por decirlo de alguna manera, o que tienes que tener un poco de conocimiento para apreciarla mejor, y que sin embargo se disfruta igual, porque al final el sentimiento llega. Si tú tienes las dos partes, por mucho que tengas una parte intelectual, si la emocional no está… Había mucha gente que me decía que no había escuchado nunca jazz en su vida y que estaban contentísimos. Eso es lo importante.
    –Quizá –apunto– hay un prejuicio terrible con el jazz, como si fuera sinónimo de complicado…
    –Aunque lo sea, pero es que lo complejo puede ser orgánico y natural. Yo tengo la sensación de que en España se sigue escuchando el mismo jazz que se escuchaba hace 25 años, y eso en el resto del mundo no pasa tanto. Hay gente que me dice que lo que yo hago es diferente, pero creo que no están acostumbrados a escuchar más. Una de las cosas de las quería hablar es que creo que es necesario que hagamos un espacio para este tipo de cosas, para fomentar la cultura musical, para todos aquellos artistas y estilos que apenas tienen opciones.
    –Y de dónde ha de partir la iniciativa para crear este espacio.
    –Hay un colectivo grande de músicos de jazz en Madrid, con los que he hablado, y creo que todos estarían de acuerdo. Hay una iniciativa que parte de mí mismo, y otras muchas personas, y la idea es que hay mucha música creativa y mucha música no tan convencional, también dentro del propio jazz, que no tiene espacio. Algo así es necesario para que la cultura siga viva, para poder traer gente de fuera. ¿Cuántos artistas de fuera vienen aquí, que no sea al auditorio nacional? ¿O procedentes de la escena underground aparece por España? No tanta. Pero esto no pasa en todos lo países. Tú te vas a Holanda y puedes tocar, o Bélgica, o Austria, que por lo que sea tienen una cultura musical más desarrollada, una tradición. Pero sí que falta ese circuito, y eso yo creo que sólo se puede hacer con subvenciones y con ayudas.
    –Estaba pensando –me sincero– que, en el fondo, algo bueno que tiene esta situación, por así decirlo, de falta de interés y obstáculos a la creatividad más puntera, es que una vez cruzas el ámbito del nepotismo y los advenedizos, te encuentras con creadores a los que las dificultades, cuando logran superarlas, les permiten alcanzar cotas de altura muy elevadas. Lo que pasa es que no siempre lo logran. ¿Qué planes tienes para internacionalizar tu trabajo?
    –En eso estoy. Es complicado y es un proceso que requiere de un manager. Dentro del mundo del jazz esto funciona así: te puedes ir a Nueva York, si eres capaz de pasarte diez años hasta que te acepten (todo el mundo me dice allí que son cinco o seis años hasta que empiezas a estar dentro de la escena), y luego lo que sea, siempre hay gente que lo hace más rápido que otros, siempre hay músicos que resultan más interesantes, por lo que sea. Pero eso funciona así, a partir de comenzar a destacar en Nueva York empiezas a tener más reconocimiento en otros países… En este país en el que estamos es muy difícil hacer giras con la música que nosotros hacemos, no porque la música sea de menos calidad, sino porque seguimos siendo conservadores, y no es sólo una cuestión de vender, sino de ampliar el abanico de ofertas que tenemos, ampliar el abanico del arte, invitar a la gente a ver otras cosas diferentes. 
     –¿Quieres añadir algo, algo que no hayamos incluido en la conversación, cualquier cosa de la que quieras hablar…?
    –Mira: siempre me ha obsesionado lo de la composición porque nunca supe cómo abordarlo. Siempre aprendí armonía desde un punto de vista más conceptual, más verbal pero no práctico… No me enseñaron educación auditiva, que es una cosa… hablas con cualquier cubano y todos tienen un oído desarrollado infinitamente, porque es una cosa que aprenden desde pequeños. En la música, para mí, la composición es muy importante. Hay una cosa que descubrí leyendo sobre Tchaikovski, respecto al ego que todos tenemos: siempre queremos hacer fuegos de artificio, sea sobre lo que sea, creando, componiendo, hablando, escribiendo, es algo que te una cierta seguridad, hasta cierto punto, pero de ahí no pasa…
    –¿Te refieres al hecho de garantizarte una mínima espectacularidad…?
    –Claro, eso te funciona hasta cierto punto, pero luego llega un momento en que no funciona, en que sabes que es mentira. Entonces, leyendo sobre Stravinski, decía el tipo: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sólo haciendo consciente su oscuridad”. Me mató. Estuve tres años con eso en la cabeza. Sobre todo, cómo extrapolar esto a una composición musical. Y empecé a estudiar en esta dirección, y me di cuenta, estudiando a Stravinski, estudiando a Prokofiev, músicos alrededor mío, músicos muy interesantes que tienen proyectazos, muchos de los cuales tampoco tienen espacio para que se les escuche, y me di cuenta de que necesito esa mezcla entre oscuridad y luz, por decirlo de alguna manera. Y es un poco lo que me pasa en la vida. Yo, cuando me encuentro a alguien que lo pone todo muy bonito, me aburro, es como venga ya, dime qué te pasa, dime las cosas de verdad, si no, no me lo creo… Y si es totalmente oscuro, es como, pffff, se pasa, pero al mismo tiempo para mí es más interesante que se vaya hacia la oscuridad que hacia la luz, por ahí va cómo quiero expresar mi música, porque muchas veces me han preguntado: “Pero por qué, ay, si tú hicieras esto o lo otro…” Mi padre, siempre con todo el amor del mundo: “Si hicieras este arreglo, por aquí, o por allá, sería mejor.” Ya, pero es que yo necesito esto, esa tensión que hace que la luz sea mucho más bonita. Vale: llegado a este punto, y teniendo también la influencia de la música clásica, habiendo estudiado mucho jazz, siendo de una generación que creció con el pop inglés, o sea con Radiohead y con Massive Attack, que me apasionan, supongo que porque representan mi adolescencia… Pues pones todo esto junto, más los músicos de jazz que ya estaban poniendo eso, los músicos de la década de los 90, que utilizaban todo eso y swing, pero ya empezaban a sumar amalgamas… Supongo que tiene que ver con la explosión de la información, con Internet, que te permite llegar a cualquier cosa, un vídeo de música que se está haciendo en África, lo que sea, y todo eso llega a tu música. De alguna manera, es una evolución natural que el jazz siempre ha tenido. El jazz empezó como la fusión de esclavos africanos que se unió con la influencia latina, con la propia música popular que ya existía en el sur de los USA y también con los músicos irlandeses, y todo eso se mezcló, y a partir de ahí quién tiene derecho a decir qué es más jazz o menos jazz. Según con quién hables, te va a decir a una cosa.
    –Hay quien dice, por ejemplo –recuerdo– decía que puede tener lo que sea pero, si no tiene al menos una blue note, no lo considera jazz.
    –Eso a mí no me parece, me parece conservador, y excluyente, y al final lo del jazz es un mero nombre, o sea, llámalo música contemporánea, o música original improvisada, no le pongas si no quieres la etiqueta de jazz, pero al final es lo que hacemos. Yo toco la tradición del jazz, mañana voy a una jam session y voy a tocar Anthropology, que es un tema de Charly Parker, y voy a disfrutar como un niño pequeño, pero mi música original no es ésa, ésa es la que se hizo entonces. Estoy harto de escuchar músicos que hacen lo que otros hicieron hace setenta años, eso ya está bien, ya se hizo. No sé cómo explicarlo… Si no tiene una blue note… eso es el ejemplo perfecto. Claro, hay muchos músicos que escriben dentro de los paradigmas que se hacía en los años 50, un tema con 32 compases, tus giros armónicos, y quedarte aquí, le puedes meter un poquito de tu personalidad, que se queda en un acorde. Eso es la forma en la que se hizo, de aquella manera, pero cualquier cosa que escuches ahora, te puedo dar veinte nombres sin pensar de gente que no escribe jazz tradicional y aun así siguen teniendo swing, se escucha, se siente.


Fin de la versión resumida de la entrevista




Luis Verde, fotografía de Antonio Porcar

Luis Verde durante la presentación del disco,
imagen cortesía de Bogui Jazz

Luis Verde Quintet