Entrevista a
LUIS VERDE
(Versión resumida)
Por David Martínez Romero
Madrid, 28 de septiembre de 2015
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Luis Verde, fotografiado por Antonio Porcar |
De nuevo en La Latina. Me voy a ir haciendo a la idea de que tengo una fijación con el barrio, aunque en este caso me disculpa el hecho de que Luis Verde, músico, compositor, saxofonista, jazzista y autor del disco In lak’ech - Hala k’in, vive en la zona. De modo que nos encontramos a la salida del metro y caminamos hasta una terraza situada en la Calle de San Millán, pese a que está lloviendo, o más bien chispeando, y nos sentamos para dar comienzo a esta entrevista, bajo una sombrilla que muy pronto dejará de servir para resguardarnos del agua. Hace apenas tres días que Luis presentaba en Bogui Jazz su nuevo disco, así que no puedo dejar de comenzar preguntándole qué sensación le ha quedado después del concierto.
–Estoy muy contento con lo que se tocó y cómo se tocó –asegura–. Y estoy más que contento con los músicos, con mis amigos. Los amo a todos y cada uno de ellos. El nivel de musicalidad… siempre se puede alcanzar más, eso lo tengo muy claro. Hay un par de canciones que voy a modificar; no completamente, sino la estructura en pequeños sitios, para dar más libertad fijándome en los músicos que tengo en cada sitio. Marco [Mezquida,] por ejemplo, es muy lírico tocando, es un pianista increíble, pero saber lo que le puedes dar a él… o que Ariel [Brínguez], por ejemplo, tiene mucha más fuerza tocando, y si pensaba poner dos solos en un tema, igual lo apropiado era darle el solo a Ariel, y aprovechar el otro para otro momento, espacios para la batería… No sé, son pequeños detalles del jazz. Yo estoy muy contento con el bolo, qué te voy a decir, para mí es felicidad, quiero hacer más.
Luis Verde Quintet (imagen cortesía de Bogui Jazz)
Me viene entonces a la cabeza algo que me dijo Luis en nuestro primer encuentro, un par de semanas antes del concierto, respecto a la ausencia de swing en sus composiciones, y le pregunto si falta en este disco en concreto o, en general, en todas sus piezas.
–No es que no lo haya –responde–, el swing está implícito. No lo hay en cuanto estilo musical como tal, como aquella música de los años 30, 40, 50…
–Menciono el tema del swing –aclaro– porque creo que para el oído que no está acostumbrado al jazz, pero que quiere adentrase en este mundo, es fácil tender a buscarlo, y me parece interesante hablar de jazz más allá del swing, en cuanto modelo clásico del jazz de mediados del siglo XX.
–Bueno –continúa Luis–, lo del swing para mí es un tema importante. Toda la música tiene swing, o sea: el swing es simplemente una palabra, que significa balance, para mí, y algo tiene que estar balanceado para que sea bello. Yendo un poco más allá, cada música popular tiene un tipo de swing diferente. Cuando alguien te explica el swing dentro del jazz, hablando más técnicamente, primero, de antemano –aquí Luis chasquea los dedos para señalar el ritmo–, marca al dos y al cuatro: eso ya de antemano te gira la cabeza. Por ejemplo, en España, siempre que ves a alguien dando palmas, las da al uno y al tres –da palmas ejemplificando el ritmo–, e inequívocamente el swing que se está así generando resulta mucho más infantil. El otro tiene mucho más balance, es mucho más atresillado, mucho más juguetón.
Justo en este momento arrecia la lluvia y nos levantamos para cambiarnos de mesa, pero sin abandonar la terraza.
–Me interesa especialmente entender qué ocurre cuando eliminar el swing para ir en otra dirección –explico–, porque creo que culturalmente estamos un poco acostumbrados a él, y cuando falta, también cambia el ámbito en el que nos movemos.
–Bueno –prosigue Luis–, como casi todo en la vida, siempre hay corrientes, siempre hay una corriente más tradicionalista o más conservadora. Y dentro del jazz pasa lo mismo, hay gente que es tradicionalista, y gente que simplemente hace lo que quiere. Wayne Shorter, que para mí es como una especie de, no sé… si alguien es divino, este tipo de personas son divinas, ¿no? Pues él siempre dice: “Experimenta, búscate a ti mismo y usa tu propia voz, y si sientes que todo es raro, que no vas por el buen camino… vas por el buen camino. Y si ves que no te entienden, buscar es positivo”. Yo no creo que esté haciendo algo completamente innovador, porque al final, quién sabe si es realmente innovador o no, eso lo tienen que decir otras personas. Yo estoy haciendo la música que considero, con el bagaje que tengo, también de la tradición del jazz: ya he estudiado mucha tradición del jazz, podría seguir estudiando e igual posiblemente me quede escarbando en la superficie. Pero realmente la música que yo he escuchado, los músicos a los que he escuchado desde hace muchos años, no son tradicionalistas, yo no puedo hacer swing, no puedo tocar lo que tocaba Charlie Parker, no me sale natural componer eso. He estado escuchando a Ambrose Akinmusire o a Gerald Clayton... estamos en el 2015 y mi música se parece mucho a eso, y está en mi oído porque ya lo he escuchado en algún momento. Tú tienes tu parte de originalidad, porque tú no dejas de ser tú, y eres un individuo, y eso es genial.
–¿Qué nivel de improvisación hubo en la noche de la presentación?
–Ridículo: muchísimo. Que eso también me encanta, porque aunque yo soy de escribir mucho, me encanta que los músicos con los que toque puedan expresarse. Y soy muy detallista, hasta esa línea que está tocando, sí, la escribí, pero se rompe, y de repente pasan cosas nuevas. Por ejemplo: al final del concierto faltaba la mitad de una canción, y dio igual, porque de repente Marco se quedó en tres acordes, miré a Ariel… con Ariel yo he tocado mucho –aclara–, en cuartetos de saxos, y entonces nos miramos y dijimos: “Venga, vamos a tocar en estos tres acordes”, e hicimos ahí como una medio improvisación colectiva, y fue perfecto, fue precioso, no hubo ningún problema.
Luis Verde, fotografía de Antonio Porcar
–¿Y qué esperas que suceda ahora? Supongo que tu pelea pasa por conseguir más conciertos.
–Estoy en eso. Voy a seguir componiendo, no voy a parar. Voy poquito a poco, pero creo que ahora voy por el buen camino, y claro, mi pelea es conseguir más conciertos. Si consigo alguien que me ayude, genial, y si no pues nada, sigo por mi cuenta, que más o menos se van consiguiendo las cositas… Ojalá fueran suficientes como para permitirme seguir haciendo lo mismo, que es componer y seguir haciendo más música. Creo que lo voy a conseguir.
–Ojalá. ¿Qué razones darías para acercarse a tu música?
–Mira, hay dos cosas que para mí son importantes en la música. Siempre que alguien está buscando algo más, siempre que no te conformas con lo que tienes delante o con lo que se te ofrece de antemano, eso es una alegría, porque normalmente lo que te ofrecen de antemano está completamente manipulado y es para manipular. Yo lo hago con mucho amor, y ofrezco lo que yo soy sin más pretensiones. ¿Para que la gente se acerque? Bueno, yo creo que esto es buena excusa para los que no se conforman con lo primero que viene. No sé cómo explicarlo. Creo que es importante apoyar la música original que se hace en este país, creo que hay mucho arte, creo que hay muchas personas haciendo cosas muy interesantes, y no se les apoya lo suficiente. Posiblemente no sea una cuestión del público. Hay mucha gente que me dice: “No hay público”. El otro día tenía una conversación con un amigo sobre esto y yo decía: “Mentira, no hay público porque no se les ofrece”. Necesitamos apoyo institucional, necesitamos subvenciones, necesitamos todo lo que sea para apoyar la cultura. El otro día fue un ejemplo más, para mí, de gente que no está acostumbrada a escuchar música moderna, jazz, música que tienes que aprender a apreciarla, por decirlo de alguna manera, o que tienes que tener un poco de conocimiento para apreciarla mejor, y que sin embargo se disfruta igual, porque al final el sentimiento llega. Si tú tienes las dos partes, por mucho que tengas una parte intelectual, si la emocional no está… Había mucha gente que me decía que no había escuchado nunca jazz en su vida y que estaban contentísimos. Eso es lo importante.
–Quizá –apunto– hay un prejuicio terrible con el jazz, como si fuera sinónimo de complicado…
–Aunque lo sea, pero es que lo complejo puede ser orgánico y natural. Yo tengo la sensación de que en España se sigue escuchando el mismo jazz que se escuchaba hace 25 años, y eso en el resto del mundo no pasa tanto. Hay gente que me dice que lo que yo hago es diferente, pero creo que no están acostumbrados a escuchar más. Una de las cosas de las quería hablar es que creo que es necesario que hagamos un espacio para este tipo de cosas, para fomentar la cultura musical, para todos aquellos artistas y estilos que apenas tienen opciones.
–Y de dónde ha de partir la iniciativa para crear este espacio.
–Hay un colectivo grande de músicos de jazz en Madrid, con los que he hablado, y creo que todos estarían de acuerdo. Hay una iniciativa que parte de mí mismo, y otras muchas personas, y la idea es que hay mucha música creativa y mucha música no tan convencional, también dentro del propio jazz, que no tiene espacio. Algo así es necesario para que la cultura siga viva, para poder traer gente de fuera. ¿Cuántos artistas de fuera vienen aquí, que no sea al auditorio nacional? ¿O procedentes de la escena underground aparece por España? No tanta. Pero esto no pasa en todos lo países. Tú te vas a Holanda y puedes tocar, o Bélgica, o Austria, que por lo que sea tienen una cultura musical más desarrollada, una tradición. Pero sí que falta ese circuito, y eso yo creo que sólo se puede hacer con subvenciones y con ayudas.
–Estaba pensando –me sincero– que, en el fondo, algo bueno que tiene esta situación, por así decirlo, de falta de interés y obstáculos a la creatividad más puntera, es que una vez cruzas el ámbito del nepotismo y los advenedizos, te encuentras con creadores a los que las dificultades, cuando logran superarlas, les permiten alcanzar cotas de altura muy elevadas. Lo que pasa es que no siempre lo logran. ¿Qué planes tienes para internacionalizar tu trabajo?
–En eso estoy. Es complicado y es un proceso que requiere de un manager. Dentro del mundo del jazz esto funciona así: te puedes ir a Nueva York, si eres capaz de pasarte diez años hasta que te acepten (todo el mundo me dice allí que son cinco o seis años hasta que empiezas a estar dentro de la escena), y luego lo que sea, siempre hay gente que lo hace más rápido que otros, siempre hay músicos que resultan más interesantes, por lo que sea. Pero eso funciona así, a partir de comenzar a destacar en Nueva York empiezas a tener más reconocimiento en otros países… En este país en el que estamos es muy difícil hacer giras con la música que nosotros hacemos, no porque la música sea de menos calidad, sino porque seguimos siendo conservadores, y no es sólo una cuestión de vender, sino de ampliar el abanico de ofertas que tenemos, ampliar el abanico del arte, invitar a la gente a ver otras cosas diferentes.
–¿Quieres añadir algo, algo que no hayamos incluido en la conversación, cualquier cosa de la que quieras hablar…?
–Mira: siempre me ha obsesionado lo de la composición porque nunca supe cómo abordarlo. Siempre aprendí armonía desde un punto de vista más conceptual, más verbal pero no práctico… No me enseñaron educación auditiva, que es una cosa… hablas con cualquier cubano y todos tienen un oído desarrollado infinitamente, porque es una cosa que aprenden desde pequeños. En la música, para mí, la composición es muy importante. Hay una cosa que descubrí leyendo sobre Tchaikovski, respecto al ego que todos tenemos: siempre queremos hacer fuegos de artificio, sea sobre lo que sea, creando, componiendo, hablando, escribiendo, es algo que te una cierta seguridad, hasta cierto punto, pero de ahí no pasa…
–¿Te refieres al hecho de garantizarte una mínima espectacularidad…?
–Claro, eso te funciona hasta cierto punto, pero luego llega un momento en que no funciona, en que sabes que es mentira. Entonces, leyendo sobre Stravinski, decía el tipo: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sólo haciendo consciente su oscuridad”. Me mató. Estuve tres años con eso en la cabeza. Sobre todo, cómo extrapolar esto a una composición musical. Y empecé a estudiar en esta dirección, y me di cuenta, estudiando a Stravinski, estudiando a Prokofiev, músicos alrededor mío, músicos muy interesantes que tienen proyectazos, muchos de los cuales tampoco tienen espacio para que se les escuche, y me di cuenta de que necesito esa mezcla entre oscuridad y luz, por decirlo de alguna manera. Y es un poco lo que me pasa en la vida. Yo, cuando me encuentro a alguien que lo pone todo muy bonito, me aburro, es como venga ya, dime qué te pasa, dime las cosas de verdad, si no, no me lo creo… Y si es totalmente oscuro, es como, pffff, se pasa, pero al mismo tiempo para mí es más interesante que se vaya hacia la oscuridad que hacia la luz, por ahí va cómo quiero expresar mi música, porque muchas veces me han preguntado: “Pero por qué, ay, si tú hicieras esto o lo otro…” Mi padre, siempre con todo el amor del mundo: “Si hicieras este arreglo, por aquí, o por allá, sería mejor.” Ya, pero es que yo necesito esto, esa tensión que hace que la luz sea mucho más bonita. Vale: llegado a este punto, y teniendo también la influencia de la música clásica, habiendo estudiado mucho jazz, siendo de una generación que creció con el pop inglés, o sea con Radiohead y con Massive Attack, que me apasionan, supongo que porque representan mi adolescencia… Pues pones todo esto junto, más los músicos de jazz que ya estaban poniendo eso, los músicos de la década de los 90, que utilizaban todo eso y swing, pero ya empezaban a sumar amalgamas… Supongo que tiene que ver con la explosión de la información, con Internet, que te permite llegar a cualquier cosa, un vídeo de música que se está haciendo en África, lo que sea, y todo eso llega a tu música. De alguna manera, es una evolución natural que el jazz siempre ha tenido. El jazz empezó como la fusión de esclavos africanos que se unió con la influencia latina, con la propia música popular que ya existía en el sur de los USA y también con los músicos irlandeses, y todo eso se mezcló, y a partir de ahí quién tiene derecho a decir qué es más jazz o menos jazz. Según con quién hables, te va a decir a una cosa.
–Hay quien dice, por ejemplo –recuerdo– decía que puede tener lo que sea pero, si no tiene al menos una blue note, no lo considera jazz.
–Eso a mí no me parece, me parece conservador, y excluyente, y al final lo del jazz es un mero nombre, o sea, llámalo música contemporánea, o música original improvisada, no le pongas si no quieres la etiqueta de jazz, pero al final es lo que hacemos. Yo toco la tradición del jazz, mañana voy a una jam session y voy a tocar Anthropology, que es un tema de Charly Parker, y voy a disfrutar como un niño pequeño, pero mi música original no es ésa, ésa es la que se hizo entonces. Estoy harto de escuchar músicos que hacen lo que otros hicieron hace setenta años, eso ya está bien, ya se hizo. No sé cómo explicarlo… Si no tiene una blue note… eso es el ejemplo perfecto. Claro, hay muchos músicos que escriben dentro de los paradigmas que se hacía en los años 50, un tema con 32 compases, tus giros armónicos, y quedarte aquí, le puedes meter un poquito de tu personalidad, que se queda en un acorde. Eso es la forma en la que se hizo, de aquella manera, pero cualquier cosa que escuches ahora, te puedo dar veinte nombres sin pensar de gente que no escribe jazz tradicional y aun así siguen teniendo swing, se escucha, se siente.
Fin de la versión resumida de la entrevista
Luis Verde, fotografía de Antonio Porcar
Luis Verde durante la presentación del disco,
imagen cortesía de Bogui Jazz
Luis Verde Quintet