martes, 8 de marzo de 2016

Entrevista a Beatriz Pedro-Viejo (completa)




Entrevista a

BEATRIZ PEDRO-VIEJO

(Entrevista completa)


Fotografía: Kike Carbajal
Texto: David Martínez Romero

Realizada en Madrid, el día  26 de enero de 2016






Mientras Kike hace a su ritmo (nunca mejor dicho) las fotografías que ilustran esta entrevista, Beatriz Pedro-Viejo y yo nos sentamos en el bar de una terraza junto a la entrada del Colegio Público Santa María, muy cerca de la Puerta de Toledo y a unos pasos de las castizas calles donde cada domingo se levanta El Rastro madrileño. Termina sus días enero, pero la tarde es placentera y luce todavía el sol. Como cada vez que tengo la fortuna de compartir el tiempo con Beatriz, me inunda la sensación de que todo va bien y de que el mundo es un lugar agradable donde las personas se tratan con cariño y con respeto y siempre presentan una sonrisa ondeada con sincero candor. Este resplandor, que lleva ella consigo, se ha traducido al proyecto a propósito del cual nos hemos decidido a perpetuar la conversación que mantendremos en pocos minutos. Se percibe en la forma con que se acercan a ella chicas y chicos de todas las edades, y sus padres, mientras tratamos de ordenar ligeramente las ideas que tenemos intención de trasladar al texto. No resulta fácil, porque cada dos por tres un niño, una joven, una madre o un padre, y a menudo varios a la vez, se llegan hasta nosotros para saludar a Bea, darle un par de besos, comentarle esto o aquello, siempre con una ilusión y una cercanía que me demuestra, muy para mi pesar, que me he perdido la documentación audiovisual de todo el proceso en el que se halla inmersa Beatriz, y que mi instinto para detectar historias que merecen ser contadas mientras suceden, cuando tienen lugar, como habría sido el caso de haber tenido los medios necesarios durante la puesta en marcha de DaLaNota, es un instinto felizmente sano. ¿Qué es DaLaNota? Por lo pronto, un programa músico-social. Pero para explicarlo es mejor escuchar a la propia Beatriz, con la que nos internamos momentos después en el mismo colegio donde estaban transcurriendo las actividades del proyecto, y eligiendo un rincón separado pero confortable, recomenzamos a hablar. Mi primera pregunta fue, claro está, qué es DaLaNota.


Beatriz Pedro-Viejo y David Martínez Romero en el transcurso de la entrevista


    A ver, DaLaNota —responde Beatriz—, es un programa músico-social, al que llamamos así porque atiende diferentes necesidades sociales a través de la música. Después de haber estado en varios países de Latinoamérica, viendo diferentes proyectos sociales, hemos llegado a España (algunos de mis compañeros también han estado en la Fundación Batuta, en Colombia), y hemos venido aquí para compartir nuestras experiencias, hemos examinado diferentes necesidades, aquí en España, y hemos formado DaLaNota.
    Cuéntame en qué medida DaLaNota es un recurso cultural y en qué medida es un recurso social.
    —Pues es un recurso cultural porque estamos introduciéndonos en el barrio, desarrollando, desde los niños, sus capacidades musicales. A medida que vamos avanzando, hacemos espectáculos cada mes, a veces incluso más de uno al mes, y así las familias se van involucrando en el proceso de sus hijos, van asistiendo a los propios espectáculos, tanto en los espacios públicos como en salas a las que nunca hubieran ido, de no ser por DaLaNota, y al final de este modo va llegando a otros públicos la cultura, y ellos se van acercando a nuevas tendencias e incluso a nuevos artistas.


Irene Senent, profesora de violín, practicando con alumnas


    —¿Da La Nota es un proyecto piloto?
    Llamábamos proyecto piloto a los tres primeros meses, hasta Navidad. Ahora es como que ya hemos superado esa parte de prueba, hemos dicho: “Sí, esto funciona”, aunque ya sabíamos que lo iba a hacer, y como esto funciona pues continuamos, aunque todavía no tengamos ningún apoyo económico, continuamos.


Fran Escribano, profesor de trombón, seguido de Carlos Sánchez, monitor, y una alumna


    Da la Nota es el producto de una investigación larga y detallada, pero ¿por qué habéis elegido el colegio en el que estamos?
    Estamos en el Colegio Público Santa María, y para llegar aquí, primero elegimos el barrio en el que queríamos desarrollarlo. Viendo los barrios de Madrid vimos en qué barrio podría haber más cantidad de inmigración y de minorías étnicas. En Lavapiés vimos que había un poco de todo y que estaba bastante céntrico. Con lo cual, como somos todos voluntarios, y seguimos siéndolo, pues nos iba a ser más fácil venir al centro que no a un barrio que estuviera más alejado, con lo que eso implica de transporte cada día. Entonces, elegimos este barrio y fuimos viendo los colegios que había, empezamos a llamar uno por uno, nos fueron dando cita, vine a este el primero: nos recibió el AMPA, la Asociación de Padres y Madres, quienes recibieron muy positivamente la propuesta, y aquí nos quedamos.


Fernando Leria, profesor de contrabajo y coordinador de DaLaNota, practicando con una alumna



    Llegado a este punto no estoy muy seguro de si ha quedado bien explicado el proyecto, pero confío en que lo haga al correr de la entrevista, y en todo caso sé que la suma de las imágenes y el texto llevará a los lectores avezados a internarse por los enlaces que incluiremos más abajo. Le pregunto a Beatriz Pedro-Viejo por qué era tan importante que hubiera una mezcla cultural, nacional, étnica, en el colegio donde poner en marcha DaLaNota.


Beatriz Pedro-Viejo



    Eso tiene que ver —responde— con la parte social que no he respondido antes, y es por qué Da La nota es un proyecto social: porque estamos cubriendo las necesidades sociales que pueden tener los niños, también familiares. Muchos de ellos proceden de familias inmigrantes, de diversas nacionalidades (¡hasta doce!), en ciertos casos familias desestructuradas, o bien otros problemas que hay en la familia y que se traducen en la educación de los propios chicos. De manera que, a través de un equipo psicosocial, formado por una trabajadora social y una psicóloga, estamos desarrollando una metodología en la que se combinan la música y lo social. Ellas se dirigen directamente a las familias, y viendo caso por caso, les derivan a los recursos sociales que puedan necesitar. Nosotros no pretendemos atenderlo todo, sino ver qué necesidades tienen, y ayudarles, apoyarles para que se sientan más involucrados con nosotros, más seguros, y que también a través de la música vayan estando cada vez más seguros e integrados en su entorno social.


Luis Regidor, profesor de canto, trabajando con la clase



    —¿Cómo han experimentado los alumnos del colegio el proyecto?
    Pues en septiembre les dijeron sus profesores que iban a recibir a un pequeño grupo de músicos y que les iban a explicar algo. Les contamos lo que íbamos a hacer y les mostramos los instrumentos, y entonces ellos decidieron si les interesaba o no. Se lo dijeron a sus padres, y empezaron a venir: comenzamos el 1 de octubre. Desde el primer día ellos sabían que era gratuito, pero les exigimos un compromiso.
    —Es decir, que cada alumno asumió desde el principio que si se apuntaba, su obligación era asistir.
    Eso es, se lo explicamos, y lo hicimos desde que fuimos a los conciertos pedagógicos. La primera semana fue una prueba del modelo de actividades que se iba a realizar, y el último día de esa semana se hizo ya una primera muestra (¡así de rápido!) de lo que habían aprendido a los padres. Preparamos un par de temas en los que ya hacían coros, una pequeña coreografía, tuvieron contacto con los instrumentos de percusión, y eligieron también un instrumento de cuerda que empezamos a tener en ese momento. Es importante decir que todos los instrumentos han sido donados. La presentación de la primera semana ya consistió en coger los instrumentos, ponérselos, colocárselos, y el solo ver el formato, la disciplina de orquesta, sorprendió a los padres: encontrarse a sus hijos ahí prestando atención a un par de señales que habíamos practicado con ellos, y así pudieron ver en qué consistía. Y a partir de ahí, pues todos muy metidos en el tema.


De nuevo, Luis Regidor en medio de su clase



    Le pido a Beatriz que continúe contando cómo fue el proceso:

    Cada chico eligió su instrumento, y se comprometió a asistir cada día a DaLaNota para poder practicarlo. Sabe dónde está guardado, sabe su cuidado, y todos los días se une a grupos de tres para recibir la clase. Ha habido problemas de actitud, fricciones porque no se conocen todos al principio, pero paso a paso los chicos han ido asimilando los principios que les proponemos: ayudarse unos a otros, colaborar, respetar, escucharnos… Una cosa interesante es que empezamos, todos los días, con una asamblea: hacemos un círculo, nos estiramos, respiramos, nos relajamos, nos sentamos y decimos unas cuantas cosas que son las novedades y lo que tienen que saber. Y ellos participan y expresan lo que sienten. Porque ellos son los principales responsables, de modo que tenemos que hacerles partícipes de todo lo que va a pasar, y ellos se lo comunican a sus padres. Luego, lo hacemos nosotros; pero primero ellos. Y así van tomando responsabilidad en lo que pasa.


Alumnas de DaLaNota y, entre ellas, Beatriz Pedro-Viejo



    Decíamos antes que este trabajo lo estáis llevando a cabo en un momento en el que la música ha dejado de ser una asignatura obligatoria en los institutos, si bien ya antes la metodología de estudio dejaba absolutamente que desear, pero en todo caso, comentábamos lo desastroso que es perder la enseñanza musical, hablábamos de las grandes cualidades de la música.
    En el sistema educativo español se les ha olvidado que la música es necesaria, que está implícita en el ser humano, en nuestro día a día desde que nacemos. En cambio, en España, ya de primeras hemos dejado de valorar las músicas populares… Pero nosotros queremos rescatar esa parte y que se valore, y demostrar lo que hace la música. Trabajar un instrumento día a día te estructura la cabeza: trabajas el tiempo, trabajas el espacio, trabajas la disciplina… Trabajar para conseguir que te salga bien una pieza como ejemplo de esfuerzo para desarrollar en general proyectos de todo tipo. Nosotros trabajamos esas cualidades y además las potenciamos porque trabajamos en grupo. Al trabajar la música en grupo siempre se desarrolla la capacidad y voluntad de ayuda al compañero, saber trabajar juntos, en equipo, y hacerlo colaborando.


Eduardo Guzmán, monitor temporal de violín flamantemente llegado de Colombia



    —¿Y qué le aporta todo esto a un chico que participa en el proyecto?
    En un principio puede ser complicado, porque le metes más carga aparte del colegio, pero lo que les prometemos a los padres, y ya lo están viendo, es que al final les va a ayudar también en el colegio, en las actividades generales. La organización del tiempo y la constancia les permite enfrentar el resto de asignaturas para también conseguir buenos resultados.
    Y el caso de chicos y chicas que proceden de familiar más desestructuradas —sigo preguntando—, o ambientes diferentes de lo que pudiéramos considerar “normal”, ¿qué es lo que encontramos?
    Pues al darle a ellos más independencia y a la vez más responsabilidades, se van acostumbrando a pensar, a pensar qué es lo que quieren y qué es lo que les viene bien a ellos, entonces ya les obligamos cada día a practicarlo aquí, y luego lo van a hacer en su casa de forma natural, y los padres lo van a ir viendo. De hecho, nos lo están ya diciendo.


Aldara Velasco, profesora, directora de la orquesta y coordinadora pedagógica, a la escucha


    Recordando el enorme cariño que he visto tanto con los alumnos y alumnas como con los padres mientras charlábamos en la terraza, le pido a Beatriz que me cuente a qué se debe el entusiasmo que he percibido.

    Sí. De primeras, uno de los objetivos de este proyecto es formar comunidad, que es algo que se está olvidando un poco en España, también. Hay mucho independentismo, no en el sentido político, sino en que una comunidad de vecinos a veces los propios vecinos no se conocen entre sí. Nosotros queremos que las familias se conozcan, y que entre todos sepan los beneficios que está teniendo la música para ellos, que lo hablen, que nos conozcan a nosotros, que vean cómo nos implicamos, primero de forma voluntaria y luego porque queremos trabajar en ello, porque es en lo que creemos.


Alumna practicando



    —Pero por qué se ve a los chicos tan felices, y por qué los padres os muestran tanto cariño.
    Porque ya nosotros lo hacemos así, desde el principio, ven que lo damos todo y que estamos haciendo todo lo posible para que esto suceda. Entonces, ellos, al final, se van dando cuenta, y lo valoran.
    — Dime qué necesitáis, en primer lugar para continuar con el proyecto, y luego para ampliarlo y llevarlo a más colegios.
    La prioridad era fijar el modelo: estamos escribiéndolo, estamos documentándolo, añadiendo foto y vídeo, para poder demostrar lo que estamos haciendo, y ya estamos en el punto en que podemos mostrarlo, tanto a la administración pública como a empresas. Vamos a seguir estrategias de colaboración con empresas, para dar talleres también músico-sociales a empresas, que es algo que no te había contado. Otras estrategia es la Escuela Solidaria de Adultos: queremos ofrecer a los padres y madres de aquí del barrio, y de Arganzuela, que se involucren en el proyecto de esta manera, y que luego además en algún momento se junten en el espectáculo a tocar con los niños y niñas del programa social, para que de verdad estén comprometidos. Los ingresos que aquí obtengamos serán fijos, y nos permitirán ir contando con algo, digamos, estable.


Irene Senent dando instrucciones


    —¿Cómo os habéis financiado hasta ahora?
    Pues comenzamos con una campaña de crowdfunding, en septiembre, y con eso fue suficiente para toda la parte de marketing, sobre todo, y de compra de instrumentos. Tuvimos que comprar un contrabajo, y aún nos queda algún otro que comprar todavía. Nos dio para tarjetas, camisetas, de todo: camisetas extra que luego estamos vendiendo… Todo lo que se nos ocurre, todavía tenemos un dinero para ir manteniéndonos las necesidades del día a día, instrumentos extra o cosas de material, pero claro, aún no nos da para pagar salarios. Esperemos, a ver si podemos empezar pagando dietas, e ir aumentando poco a poco hasta conseguir contratar al equipo.


Alumna practicando 



    ¿Y en qué consisten los conciertos benéficos de los que me has hablado?
    Lo que se ve más tangible ahora son las asociaciones que estamos haciendo con entidades que se van acercando a nosotros, y desde luego nosotros a ellos, que nos vienen a decir que si hacen un concierto benéfico para nosotros, que si proyectamos hacer un concierto que lo pensemos de forma conjunta, cosas así. Esta Navidad, la Orquesta Sinfónica Verum hizo un concierto en el que se destinaron parte de los fondos para Da La Nota; también a la CEDAM, una escuela de música privada, le está gustando nuestro modelo y nos han querido apoyar; con el Conservatorio de Alcalá haremos dos conciertos en marzo; y la Escuela Popular de Música nos está apoyando en la compra de instrumentos y otros recursos para empezar a formar el viento metal en vistas a una futura Big Band con la que tocar también en formato orquesta.


Fran Escribano, profesor de trombón, trabajando con alumna


    Animo a Beatriz a que me hable un poco más, pero sobre ella, que me cuente el camino que la ha traído hasta aquí
   
    —Pues yo soy músico, o eso creo —dice sonriendo. Estudié música en Musikene, en el País Vasco, terminé, empecé con las orquestas profesionales, y vi que eso no era lo mío, entonces tuve la oportunidad, por una beca de la JONDE, de irme a Colombia, a trabajar de voluntaria, pero ya con la Fundación Batuta, que es una organización de las que llamamos ahora músico-sociales, es decir, trabajar con la música con objetivos sociales. Pasé dos años y medio, de los cuales uno estuve en Leticia (un pueblecito del Amazonas), que es donde empecé a desarrollar más la parte social, estudié a distancia un posgrado en gestión cultural y cooperación internacional, donde ya me forcé a organizar proyectos con todas sus partes, y a organizar mi cabeza bien para empezar a proponer. Les hinché a proyectos, a los de la Fundación Batuta, y de hecho varias cosas fueros saliendo, hasta que quise conocer otros proyectos músico-sociales. Me propuse un viaje largo para visitar varios proyectos por todo Centroamérica, y ahí ya antes de empezar concebí REDOMÍ, la Red de Asociaciones Musicosociales de Iberoamérica, y me dediqué a presentar este proyecto a todos los que me encontraba, sobre todo a las asociaciones con las que me iba topando, y viajé durante unos siete meses en el 2014, de enero a agosto. Me tuve que volver por problemas de salud, los resolví, y aquí sigo sin parar.


De nuevo, Beatriz, nuestra protagonista, coordinadora de DaLaNota



    Como siempre hago al finalizar una entrevista, invito a Beatriz a que añada lo que considere oportuno.


    Quiero añadir una cosa, que me parece importante: este sector que estamos desarrollando, de la educación o práctica músico-social, también es una vía abierta para dar trabajo a músicos, y desde luego es muy efectiva para motivar a personas de todas las edades y de diferentes ámbitos musicales a ser voluntarios en las organizaciones de REDOMI, a través del programa de voluntariado que vamos a desarrollar, o a través de las vacaciones solidarias que ya estamos organizando desde el año pasado.


Beatriz Pedro-Viejo gestiona el Programa Musicosocial DaLaNota


Fin de la entrevista completa

Página web de DaLaNota
Página en Facebook

Añadimos un vídeo con el primer concierto de DaLaNota:





Y el documental VAS 2015: Vacaciones Artísticas Solidarias:













De periodismo y de jazz.




De periodismo y de jazz

Por David Martínez Romero
Madrid, 8 de marzo de 2016


David Martínez Romero presentando Jazz en Madrid
en la pasada edición del Festival Internacional de Jazz de Madrid.
Fotografía de Kike Carbajal.



La entrevista a Tomás Merlo, como la realizada en su día a Luis Verde, forman parte de un ejercicio por recuperar, lentamente sin duda, prácticas periodísticas que se han ido diluyendo mientras en la incipiente sociedad del espectáculo nadie parece echarlas en falta, quizá porque el propio periodismo tiene cada vez más de espectáculo y menos de especulativo, a lo que tal vez venía ya destinado desde su propio origen. Pero a cuantos sencillamente amamos contar historias, y también que nos las cuenten, considerando tan legítima la más alta exigencia en lo uno como en lo otro, no se nos puede escapar que, en la medida en que el propio periodismo es una manera de narrar, sus narraciones son cada vez más pobres y faltas de contenido, y los propios narradores tienen en mente todo tipo de cuestiones menos las que de verdad importan. Las excepciones, que las hay, no hacen sino confirmar tristemente la regla.

    Ahora bien: ¿por qué jazz? Siempre he pensado que una posible vía para transformar el periodismo, para revisar los famosos criterios de noticiabilidad en cuya dilucidación vengo insistiendo desde hace años, consiste en apartar de una vez esa abstracción horrenda que desde los medios, y no sólo desde ellos, viene llamándose «interés general», dándose además por supuesto y consabido de todos lo que eso sea, cosa que en mi opinión no está clara sino más bien profundamente oscura. ¿Es, por ejemplo, lo mismo, decir «interés general» en el ámbito de los medios de comunicación, como decirlo en el ámbito de la política? Parece fácil demostrar que no lo es. Con frecuencia, incluso los gobiernos de cariz más populista se ven obligados a tomar decisiones impopulares (aquí, ni siquiera entramos en si se trata de decisiones acertadas o no), precisamente porque consideran que en última instancia, y a pesar de todo, favorecen el «interés general». Imaginemos ahora un medio de comunicación de masas, por ejemplo un canal de televisión generalista, solemnemente decidido a publicar contenidos impopulares, incluso antipopulares, tras una seria reflexión que le ha empujado a hacerlo a causa del «interés general». Cuando menos, lo que ocurre es que una sonrisa asoma a nuestros labios, como en el poeta una frase de perdón. No. Atengámonos a la reciente trifulca montada en torno a los derechos de retransmisión de los goles de la liga de fútbol, sin mayores análisis ulteriores. La Liga reclamaba el pago de los correspondientes derechos audiovisuales en atención a los beneficios en publicidad que a las televisiones les reportaba el solo informar de los susodichos goles, ante lo que las televisiones alegaban, cómo no, que se trataba de un asunto de «interés general». Pues eso. Mal vamos si en estas nos andamos. Con total independencia del número de espectadores que, con toda legitimidad, se sientan hondamente interesados por los resultados de la liga de fútbol, resulta de todo punto improcedente considerarlos de «interés general», porque de hecho, elevados a la universalidad de los grandes intereses de la sociedad, no tienen relevancia ninguna. Otra cosa es que su espectáculo, hinchado hasta la exasperación por los respectivamente interesados, conlleve el movimiento de ingentes sumas de dinero.

    Esto es sólo un ejemplo de lo que, a mi juicio, ha sucedido con el concepto de «interés general» aplicado por los medios industriales de comunicación: que no llega ni a concepto, mucho menos va a satisfacer esta perversión el auténtico interés general que cumplen los medios con su función: informar. Pero de nuevo no se trata aquí de informar a diestro y siniestro, sino de informar sobre todo aquello que es preciso divulgar para conocimiento de la ciudadanía (y entre otras muchas cuestiones también ejercer de efectivo «Cuarto Poder»), de manera que el libre ejercicio de la participación política, social y cultural del ciudadano se vea favorecido por su conocimiento de la información que es procedente para la toma de decisiones, es decir, para la práctica de la libertad. Esto es lo que debe considerarse de interés general, y todo lo demás podrá tener una mayor o menor importancia, pero siempre relativa, y la respuesta cada vez más insatisfactoria por parte de los medios a esta necesidad es uno de los principales, si no el principal, motivo por el que una parte sustancial de la ciudadanía no se siente reflejada en ellos, incluidos muchos de los que todavía actúan como espectadores, lectores, oyentes, no digamos ya cuantos, como es mi caso, hace tiempo que optamos por desconectar, quiero decir, guardar en el baúl de los recuerdos el cable de la antena y cruzar de acera cuando nos topamos con un kiosco de prensa.

    Y puesto que de nuevo me he retrotraído desde una reflexión de carácter general a mi propia particularidad, cabe preguntar: ¿qué he hecho yo para devolverme la esperanza y la ilusión por el periodismo? Volver a empezar. Por lo pronto, no resignarme. Comprender que los medios industriales de comunicación tienen su sentido y su función (allá ellos y lo que les dé por hacer con ambos), y proponer una alternativa. Sólo eso. Y a esto es a lo que un equipo creciente de profesionales hemos llamado Homo Artifex. Muy bien. De nuevo: ¿y por qué en Homo Artifex nos ha dado por hablar, entre otras cosas, todo sea dicho, pero con clara preponderancia hasta el momento, precisamente de jazz?

    Pues porque frente a los «grandes temas» de los medios de comunicación de masas, cada vez más alejados de la cotidianidad de los espectadores y usuarios, de las personas en general, considero que hay que dar un paso atrás y volver a empezar, y creo que esto, que nos vendría bien a cada individuo y desde luego a la entera sociedad occidental, tanto más vale para el periodismo y desde luego para los medios de comunicación. Frente a la famosa «objetividad» de la tradición informativa anglosajona (que de todas formas en España no hemos terminado nunca de asimilar), sólo me quedaba recomenzar por mi sencilla y humilde «subjetividad». Pero, ¿significa el acudir a mi propia subjetividad algo así como arrojarme a los turbulentos mares de la opinión desenfrenada, el jolgorio recubierto de arte y ensayo, la arbitrariedad? No, para nada, muy al contrario: el reto consistía, y sigue consistiendo, en hacer del mundo a mi alcance, de mi entorno, de mi cotidianidad, la fuente para obtener historias, temas y personajes de los que mereciera la pena informar, y hacerlo empleando todos los medios que las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales nos brindan para ello. De momento, es bien injusto seguir hablando en primera persona del singular, pues desde el comienzo han sido las personas que han decidido embarcarse conmigo este proyecto las que lo han hecho real, y aún más que real: posible. ¿Por qué jazz? Porque me apasiona el jazz y porque nuestro director de fotografía, Noah Shaye, es él mismo músico, y músico de jazz. Así, me pareció que uniendo nuestros esfuerzos podríamos ofrecer algo que resultase mínimamente digno para ejemplificar lo que pretendemos hacer a gran escala, a muy grande escala. Eso era todo, dar un ejemplo. Y ahora, vamos a tratar de cumplir nuestras propias expectativas llevando Jazz en Madrid a su segunda entrega, continuando la senda abierta e intentando saltar del ámbito experimental al profesional, con el objetivo de ampliar este planteamiento a muchos otros temas y muchos otros personajes, como por ejemplo el boxeo, visto a través de mi propio maestro de boxeo y de uno de sus alumnos más destacados, proyecto que muy pronto estará a disposición de cuantos deseen acercarse a él con el título De chicos del barrio. Si nada nos lo impide, la segunda película documental realizada desde Homo Artifex. ¡Y que la tercera sea la segunda entrega de Jazz en Madrid! Amén.

De chicos del barrio, la próxima película documental de Homo Artifex.
En la imagen, David González y David Luengo en un día de entrenamiento.
Fotografía de Kike Carbajal.


    Y ahora, volviendo al mismo lugar desde el que comenzaba este artículo: de la misma manera que las entrevistas a Luis Verde y a Tomás Merlo fueron también preparativos para la sesión que grabaremos juntos en la siguiente edición de Jazz en Madrid, así vengo entrevistándome con otros personajes a los que he invitado a participar, entre los que destaca José María (Chema) García Martínez, crítico de jazz, o mejor dicho, ex-crítico de jazz, quien en septiembre de 2015 escribía en la mítica Cuadernos de Jazz (a la que muy pronto también invitaremos a participar, si lo desea, en nuevas ediciones de Jazz en Madrid), lo que sigue a continuación: “He dejado de creer. Llevo casi medio siglo a pie de obra: suficiente. He llegado hasta donde he llegado, lejos o cerca, no lo sé ni me importa. Dejo a mis jóvenes y eminentes colegas las discusiones tan precisas como inútiles en torno a una música y un oficio —el de crítico de jazz— que ya no existen. Mi vida, ahora, está lejos de aquí.” Demoledoras palabras. Cuando a finales de noviembre me entrevisté con él en un bar de la Plaza de Santa Bárbara, en Alonso Martínez, no tenía ni idea de que las había escrito. Tomás Merlo sí que las tenía bien presente cuando le realicé la entrevista para este blog. Pero aún más importante es lo que Chema me dijo a mí, tan contento como estaba yo con mi grácil respuesta a la pregunta: ¿por qué hablar de jazz, y por qué precisamente desde la ciudad de Madrid? Simplemente porque (me decía, como ya he reconocido) me gusta el jazz y porque estoy en Madrid. Éste es mi criterio de noticiabilidad, y así se lo conté a Chema cuando le expliqué Homo Artifex. Pero él me dijo, me hizo ver, que no era consciente de la auténtica relación entre el periodismo y el jazz, que resumió como sigue: “El periodismo y el jazz se han muerto. O más bien se han muerto los músicos y los periodistas: se han muerto de inanición.”

    Dejo al lector la tarea, si quiere y tiene ganas de asumirla, de reflexionar sobre el dramatismo y el dolor que esconden estas frases. Como es lógico, yo no estoy de acuerdo. Pero entiendo a la perfección por qué Chema dijo algo así, y será un placer poder conversar con él en torno a esta cuestión en Jazz en Madrid 2. Lo que, a mi parecer, queda sorprendentemente comprobado, por más que mi proceder sea la antítesis de un método científico, es que las grandes cuestiones no residen en los «grandes titulares», ni en las secciones de los periódicos ni el BOE, ni mucho menos son patrimonio exclusivo de los dirigentes gubernamentales, líderes religiosos, próceres de la finanzas y ni tan siquiera de los más aclamados comunicadores sociales. Hay una cita de la Fenomenología de Hegel que se clavó como un dardo en mi corazón desde la que la leí por primera vez: y he vuelto a leerla muchas otras, créaseme, luchando por alcanzar la altura que ella misma exige alcanzar para llegar a barruntar siquiera su esencialísimo significado:

    La fuerza del espíritu es tan grande como su exteriorización, y no más, la profundidad del espíritu es tan profunda, y no más, como él se atreva a expandirse y a perderse en su despliegue.


    En estos tiempos de materialismo científico, desde luego gravemente influido por el marxismo (mal que pese reconocerlo, o advertirlo siquiera), hablar del espíritu o de la espiritualidad suele tomarse por una excentricidad ante la que se reacciona con seca indiferencia e incluso sutil sospecha. Y sin embargo, ¿qué queremos decir cuando decimos que el espíritu, la historia del espíritu, es el auténtico patrimonio de la humanidad? Por lo pronto, que nos pertenece a todos, que todos y cada uno de nosotros somos parte activa, interesada, miembros de esta comunidad que es la historia viva de su propio espíritu, y sólo en tanto que efectivamente lo es, merece ser tenida por tal. Y ahora, desencadenemos de este discurso las consecuencias inmediatas antes de que se nos acuse de φιλο-σοφóς: los grandes temas son grandes no porque ya se haya decidido previamente el lugar correspondiente donde deben ser tratados, sino porque se ven reflejados en todos y cada uno de nosotros, y allí donde acontece una historia, con ella surgen los grandes temas que son grandes solamente por eso. La cosa es cómo se cuenta esa historia, y por qué, y de qué modo se interpreta. Un mundo inmenso se abre ante nosotros y aún no hemos sido capaces de abrirnos nosotros a él. Ya es hora que nos dejemos entusiasmar por el espíritu, por el espíritu de los tiempos, unos tiempos que somos nosotros mismos en cada momento, y aprendamos a improvisar al paso sin salirnos del tempo, disfrutando del proceso con la misma seriedad con la que disfruta el niño de su juego, realizando la más alta exigencia que podemos realizarnos a nosotros mismos: crearnos una y otra vez hasta llegar a ser lo que somos. Y por lo demás, es evidente que para reflejar este proceso, celebrarlo y contribuir a él agradeciendo, los medios industriales de comunicación se han incapacitado a sí mismos. Bien, creemos de una vez nuestros propios medios, y dejando resonar de nuevo aquella voz profunda y misteriosa del Oráculo de Delfos, aprendamos a conocernos a nosotros mismos.


Selección de fotografías realizadas por Kike Carbajal 
el día del estreno de Jazz en Madrid 
en el Festival Internacional de Jazz de Madrid
(noviembre 2015)