Entrevista a
KIKE CARBAJAL
(Versión resumida)
Por David Martínez Romero
Madrid, 15 de septiembre de 2015
Kike Carbajal, fotografiado por Elvira Megías
Nunca he logrado sentirme cómodo en las
abarrotadas calles de una gran ciudad, ni siquiera de la mía. Todo el mundo me
parece sospechoso de algo, y sobre todo me encuentro completamente fuera de
lugar. Así que no puedo ni imaginarme cómo sería salir del portal de mi casa y
en dos pasos descubrirme en la Puerta del Sol, en el corazón de Madrid: el
kilómetro cero del Reino de España, donde confluyen dos de las calles más
transitadas de la capital. Pero eso es exactamente lo que le sucede a Kike
Carbajal, fotógrafo, de mirada enjuta y rostro aguileño, ademanes pausados,
hablar tranquilo… cualidades que lo convierten en la persona idónea para
desempeñar la tarea que él mismo se ha encomendado: pasar desapercibido entre
las gentes, a través de calles cuanto más masificadas, mejor, capturando
gestos, miradas, almas desprevenidas que no saben, y probablemente nunca
sabrán, que estaban siendo fotografiadas. Con más de veinte años de dedicación
profesional a la fotografía, recuerda conmigo sus inicios, ambos sentados en la
terraza de su apartamento, mientras escuchamos con claridad cómo unos músicos
ensayan el Concierto de Aranjuez desde un edificio cercano. La música
resulta, por lo demás, agradable.
–Empecé con 18 años
–me cuenta–, con grupos raperos. Hacía fotos a grupos raperos porque llevaba un
fanzine de rap que se llamaba Hip Hop Locos, y luego se convirtió en la
revista Serie B. Muchas veces había que ilustrar los artículos, y
entonces… pues empecé a hacer fotos, y me gustó.
Le pregunto si se
imaginaba desde el comienzo que su profesión se fuera a desarrollar como luego
lo ha hecho en efecto durante estos veinte años.
–La verdad es que la
fotografía era algo mucho más exclusivo cuando yo empecé, porque tenías que
saber más. Con las digitales todo se ha vuelto mucho más fácil de hacer, y todo
se ha vuelto más complicado a la vez, pero antes era como mucho más artesanal,
o sea: tú tenías que saber, que enfocar bien, poner bien las luces y el retoque
era mínimo. Porque por mucho que ampliases, no podías retocar como ahora.
Le pido que
me explique en qué consiste la fotografía que le gusta hacer.
–A mí, la fotografía
que me gusta hacer es fotografía documental y antropológica. Me gusta robar
instantes a la gente. Me gusta captarles en momentos donde ellos no se den
cuenta de que les he pillado, en los que se les ve, digamos, el alma, de alguna
manera: se ve cómo son. A mí la fotografía que me gusta hacer es eso, es la
antropología, es una cosa que verás dentro de 20 años y que dirás: “Joder, la
gente vestía así, la gente era así…”
–¿Cuando dices
antropológica quieres decir que es fundamentalmente fotografía de personas?
–No, porque donde
viven las personas también es antropología. Es antropológica porque describo un
momento determinado en la vida de las personas, un momento… en una época muy
determinada.
–Imagino que esto no
lo haces desde el comienzo. ¿Cuándo empezaste a hacerlo, y por qué? O te
descubriste un día, simplemente, haciéndolo...
–Siempre me ha
gustado hacerlo. Siempre he viajado mucho y me ha gustado retratar lo que
vivía. Antes me costaba mucho más; ahora cada vez me cuesta menos, y me gusta
mucho más. Ya viajo exclusivamente para estas fotos. Me da igual todo. O sea,
quiero decir: que me da igual estar en una playa de la hostia, el hotel… a mí
lo que me gusta es salir a la calle a hacer fotos. Irme a las calles más
transitadas, o donde haya lo más auténtico para retratarlo.
Somos la calle
(Madrid)
Le pregunto por
cuántos lugares ha pasado haciendo este tipo de fotografía.
–Madrid, Moscú,
Tánger, República Dominicana en dos sitios, en Italia he estado en varios
sitios, Londres, Perú, y por el momento me quedo ahí. Pero me gustaría hacer el
mundo entero.
–¿Cómo organizas
esas fotografías y las das a conocer?
–Pues hago millones
de selecciones, y básicamente por redes sociales.
–O sea, las vas
publicando, digamos cronológicamente, en tu blog.
–No, las voy
publicando según las que me interesen. Algunas, muchas, todavía no han visto la
luz.
–De todas formas,
entiendo que sí has hecho una colección específica, una selección.
–He hecho una
selección específica para un libro, y luego, como he hecho tantas fotografías,
voy gradualmente publicando una cada día en mi blog.
–¿El libro tiene
título?
–Somos la calle,
igual que el blog. En el último momento quería llamarlo Somos Madrid
porque está sólo centrado en Madrid, pero creo que sonaba más contundente Somos
la calle: la calle es la calle, da igual que estés en Madrid o en Moscú.
–O sea: son retratos
robados siempre a personas en la calle, en espacios abiertos pero urbanos.
–Sí.
–Las imágenes no
tienen título, ¿no?
–Para el libro he
metido el título del año, mes, día, hora, minuto y segundo, pero vamos,
normalmente no lo hago. Aunque me parece curioso porque le da esa cosa de azar,
de ver cuándo se captó, el azar de haber estado ahí en ese segundo determinado,
y me encontré con este señor en esta localización muy concreta y salió esto
casi por arte de magia. Porque hay muchas que no salen bien, y hay muchas otras
que por milagros de la naturaleza transmiten muchísimo.
Moscú
Me río: le pregunto
si al decir que es un milagro de la naturaleza quiere también decir que él no
ha tenido nada que ver con el asunto…
–Yo tengo mucho que
ver con el asunto –responde, riendo–, yo estoy acechándoles sin parar. De
hecho, ya no puedo salir a la calle sin acechar a la gente, me cuesta
muchísimo: ya incluso aunque vaya sin cámara, les acecho.
–¿No te parece que
se puede convertir en una obsesión, en una manía?
–Es una obsesión y
es una manía pero me encanta, no hay ningún problema en eso, ¿no?
–¿Tienes proyectada
alguna exposición, alguna presentación de estos trabajos?
–Por el momento
estoy en trámites buscando editorial y distribución y espero poder exponer pero
no hay nada claro todavía. Lo que sí tengo es otro proyecto sobre pueblos de
España relacionados con tortura animal del que supuestamente habrá una
exposición en el 2016.
–Cuéntame un poco
más de este último proyecto.
–Es un documental
que he estado haciendo con un amigo, Miguel Ángel Rolland, y se titula Santa
Fiesta. Nos hemos dedicado a meternos en fiestas populares españolas,
camuflados de turistas para retratar el ambiente. La idea es de Miguel Ángel, y
me metí porque la verdad es que me apasiona el tema. Llegábamos en un coche,
cada uno se separaba un poco, dos cámaras de vídeo, un chico de sonido y yo,
haciendo fotos. No era exactamente foto fija, sino retratar lo que se veía… Mi
visión era, sobre todo, por un lado, retratar lo que era el evento o la
carnaza, lo que la gente se divierte tanto haciendo, que es sacar a un toro, o
lo que sea, a un bicho, y torturarlo delante de todos. Pero sobre todo lo que
más me interesaba es retratar a la gente que va ahí, y cómo hay una especie de
banalidad del mal, que no se ve como tortura, sino que ellos confunden con la
palabra tradición. Hay algo como muy inherente a la gente que no ve lo que se
está haciendo, no ven a un animal que está siendo torturado, ni nada, sino que
se lo pasan bien. Y ese pasárselo bien, ese sentimiento de fiesta, y que luego
está tan relacionado con el sadismo y la crueldad, me parece que es una
característica muy específica de nuestro pueblo, de España, no sé por qué pero
esa bestialidad humana es muy palpable.
–¿Hay en las
fotografía que has tomado en este proyecto implícito un juicio de valor,
trasladas tu opinión sobre lo que estás retratando?
–Yo creo que las
fotos son bastante objetivas, lo que estoy diciendo ahora es bastante
subjetivo; pero si ves niños, y si ves gente emocionada viendo cómo degüellan a
un pato, es más en el contexto en el que están metidos y en cómo se están
relacionando de donde tú sacas el juicio. Yo intento que las fotos sean muy
objetivas, intento, cuando llego a los sitios, desaparecer, que no parezca que
estoy haciendo fotos sino que estoy ahí porque soy un simple turista aficionado
a la barbarie. Y lo que intento es captar la máxima realidad, sin que nadie me
pose, sin que nadie sepa que les estoy haciendo fotos… únicamente captar lo que
hay. Me parece que eso es lo que le da veracidad a mi fotografía.
Santa Fiesta
–Me parece muy
interesante lo que dices: ¿te gustaría que este trabajo promoviera el debate,
ya por otra parte candente, sobre las fiestas y el trato a los animales en
España?
–Yo creo que es un
debate que ya lleva tiempo en la mesa y que este proyecto pues puede ser una
ayuda más que siga en marcha. Creo que cada vez España va siendo un país menos
tolerante hacia la tortura animal, y espero que lleguemos al día en que se
acabe, por lo menos en festividades. O sea: la tortura animal no puede ser un
regocijo para un pueblo. El documental se llama Santa Fiesta por su
íntima relación con la Iglesia, porque todas las fiestas populares con tortura
animal están bendecidas por la Iglesia: entonces la Iglesia tiene un papel muy
importante que hacer ahí. Son fiestas patronales, y justo antes de matar al
bicho o torturarlo, se le bendice, cosa que me parece que es darle un
beneplácito a la tortura, es como que la sociedad se basa en nuestro control
sobre los animales y en el sentirse superior a ellos, y yo creo que eso debería
ya pasar. Es como que se cosifica al animal, en vez de verlo como un ser vivo.
Expreso mi opinión
al respecto, y afirmo que de hecho cosificar es algo que está a la orden
del día en nuestra sociedad, que hacemos todos con una facilidad pasmosa, desde
luego también con las personas.
–Pues hay que
intentar evitarlo –responde Kike–. En mis fotos yo creo que no cosifico. Hay
mucha gente que me dice: “Es que te gusta lo más cutre, siempre vas a por los
cutres.” Yo creo que no, yo creo que no cosifico a la gente, sino que me fijo
en ellos. Cada día que regreso de hacer mil fotos, y para hacer una selección y
decir: “Joder, éste, de verdad me está diciendo algo.” Yo creo que les doy su
dignidad, su visión del mundo: dónde vive, por qué es así, yo creo que eso se
ve, o al menos es lo que quiero captar.
–Y luego
–reflexiono– estamos acostumbrados a que los medios de comunicación,
especialmente el cine, nos muestren una imagen muy singular, por poner un
ejemplo: el cine de Hollywood, de gente guapa, estilizada, que siempre dice las
cosas adecuadas en el momento adecuado y se gira poniendo su perfil guay a
cámara, cuando la realidad es que en la base social hay mucha gente deforme,
con problemas físicos, en edades muy avanzadas, enfermedad, pobreza, es decir…
–Hay de todo –me
interrumpe Kike–, y la verdad es que la mayoría no somos nada guapos. Estamos
muy acostumbrados a ver fotos de gente guapa, y de repente ves a gente normal,
en su ámbito normal, y dices joder vaya frikis, pero no son frikis,
es lo que te estás encontrando cada día, lo que pasa es que no te estás
fijando, pero están ahí, todos los días.
–De manera que puedo
entender que tu proyecto fotográfico es un plan de vida, y suponer que tienes
intención de seguir haciendo esto el resto de tu vida.
–Es lo que me
apasiona. O sea, yo trabajo como fotógrafo, hago trabajos que son muy
corporativos e idealizados, en su mayoría, y aprovecho también para hacer esto.
Entonces mi mayor diversión es ésta, es que es así de triste.
–Y si yo te dijera,
desde el punto de vista técnico, por hacer un poco de abogado del diablo, que me
parece discutible la autoría intelectual y creativa de fotos que están robadas
y tiradas al azar, sin que prepares muy bien en foco, ni tal, o sea, que hay un
componente de azar que te aleja, como artista, de la creación de esa
fotografía, ¿qué me dirías?
–Es que mi
fotografía es el azar absoluto: y con eso juego, a mí el azar me encanta, para
mí todo es azar. A veces, no lo es tanto, porque me quedo parado en un sitio
sabiendo lo que se va a ver detrás, y entonces está un poquito mejor compuesta,
pero no busco una composición, sino que busco el azar y la fuerza de ese azar,
para mí el azar es la vida, la vida que fluye por todos los lados en todos los
momentos. Y yo lo que intento captar es el fluir de la vida dentro de una
ciudad, y ahí sin duda está el azar. Nunca salgo sabiendo qué es lo que me voy
a encontrar; hombre, de alguna manera sé lo que voy a ver, no es lo mismo una
manifestación anti-abortista que una marcha por la dignidad, en cada caso me
visto para la ocasión.
República Dominicana
Le pido que amplíe
esto último de "vestirse para la ocasión".
–Pues si voy a una
manifestación antiabortista me pongo una camisa, voy con unos pantalones más o
menos adecuados, de vez en cuando hasta me pongo mocasines, y si voy a una
marcha por la dignidad, pues a veces me cojo el palestino, una camiseta,
cualquier cosa para parecer de ese ambiente. A ver, si voy a una manifestación
gay no me hago pasar por gay, porque no es necesario, pero sí intento sobre
todo no llamar la atención, no ser un foco para ellos irritante, sino parecer
como si soy uno de ellos. ¿Por qué? –pregunta el propio Kike adivinando mi
pregunta inmediata.– Porque les voy a pillar mejor, no es una forma de engaño,
es la forma más fácil de meterte en esos ambientes. La ropa es una forma de
uniforme, en cada ámbito social, y eso ayuda muchísimo, no tengo tatuajes ni
piercings, ni nada que llame demasiado la atención, soy como ellos, uno más: lo
único que yo les estoy haciendo fotos. No me parece que sea intrusivo. No me
gusta forzar situaciones agresivas: si ellos están ahí yo tampoco les estoy
forzando a nada.
Le pregunto entonces
si no cree que también pueda estar entrometiéndose en la intimidad de esas
personas que no saben que están siendo fotografiadas.
–Me estoy
entrometiendo más que en su intimidad en su personaje público, pero creo que
verse a sí mismos, o no sé si ellos jamás se verán, porque todos sabemos que
estos ámbitos de los blogs son ámbitos muy cerrados al final, y que quizás te
sigue muchísima gente en Argentina y nadie en España. Creo que estoy retratando
el mundo en el que vivimos, y creo que eso en fundamental para el futuro, y
para entender también nuestro propio mundo. Y creo que es una visión veraz de
lo que estamos viviendo, lo más cotidiano posible, sin mentiras, sin
imposiciones. Me meto en cualquier barrio buscando lo cotidiano, lo
característico, no me interesa la carnaza ni la basura, sino viendo lo que hay
y enseñando lo que hay. Cada ciudad al final está llena de pequeños microcosmos
muy, muy diferentes entre sí.
–¿Cuántas fotos has
podido haber hecho ya en total?
–Yo creo que unas
cien mil sólo de Madrid.
–Después de haber
hecho todo este trabajo, y haber pasado tanto tiempo mirando a las personas a
las que has visto… ¿ha cambiado tu forma de pensar sobre la gente? ¿has
aprendido cosas nuevas?
–Depende del día,
hay muchos días que vuelvo un poco deprimido…
–¿Qué piensas en
general de las personas, de ese universal de personas que has retratado, qué es
lo que tienen en común?
–Es que depende del
momento. A veces cuando estoy en casa les quiero, y cuando estoy allí en el
sitio, digo: “Joder, vaya horror”. Yo creo que cuando estoy en casa, cuando les
visualizo, les pillo mucha más humanidad, cuando estoy en los lugares, cuando
son lugares atiborrados de gente, todos empujándose los unos a los otros,
definir lo que es la humanidad me resulta más complicado. Tengo una visión muy
de turista, muy de explorador, y muchas veces cuando estoy por ahí es como…
“Joder, joder por dónde va la humanidad.” No, no vivimos en la Grecia de
Sócrates.
Perú
Nos reímos. Y digo
que es verdad, que no vivimos en la Grecia de Sócrates, pero en realidad, y en
mi opinión, afortunadamente, al menos en cierto sentido...
–Vivimos en una
sociedad muy masificada, y cuando estás ahí a mitad de todo, lo único que ves
al final son cabezas, gente, no sé qué, y te cuesta mucho separarlos. Luego
cuando estoy aquí en casa ya consigo separar las miradas, los gestos que nos
definen. Todos pertenecemos a esa inmensa masa sin darnos cuenta.
–Claro, ahora que lo
pienso tu fotografía aísla y separa a los individuos, los extrae rápidamente
del entorno, pero son individuos que en general están masificados, que están
donde están porque hay otros veinte mil.
–Sí. O sea, yo vivo
en la Puerta del Sol, eso hace que mi vida sea una constante de ver a gente
pasar sin parar. Sin parar.
Selección de fotografías, al igual que las anteriores, realizada por el propio autor.
MOSCÚ