Entrevista a
JUANDA CORTÉS
(Versión resumida)
(Versión resumida)
Por David Martínez Romero
Madrid, 16 de septiembre de 2013
Juanda Cortés, Autorretrato.
Son las diez y media de la mañana de un soleado lunes septembrino. La madrileña Ribera de Curtidores se encuentra prácticamente desierta. Me sitúo frente al portal indicado, hago saber que me encuentro en el umbral y penetro en el edificio. No hay ascensor, así que asciendo parsimoniosamente cinco pisos de viejas escaleras de madera. Reparo por unos instantes en el silencio que recorre el luminoso espacio, abierto a un pequeño patio interior que comunica todos los apartamentos. Entro en la casa de Juanda Cortés, nos abrazamos, y nos disponemos a comentar los pormenores de la entrevista mientras preparamos un par de tazas de café. Como resulta que nos conocemos desde hace tiempo, decido comenzar preguntando cómo recuerda él nuestro primer encuentro.
Así fue. En mi caso, instintivamente llegué a la conclusión de que quería colaborar con él, y en apenas unas semanas, ya de vuelta en Madrid, comenzamos a colaborar. Hoy, con la perspectiva que proporciona el tiempo, me doy cuenta de que, desde el principio, me llamó la atención en su fotografía la predilección por la composición con muy pocos o un solo elemento. Juanda está de acuerdo.
—Sí. Minimalista… o sin que sobren elementos. Puede haber doscientos elementos y que todos estén muy bien. Pero creo que es una cuestión de personalidad. Pero sí, los pocos elementos son una constante en mi fotografía, y en general en mi vida. A ver, en la cuestión de fotografía, por épocas me he planteado si no sería más fácil hacer una foto con pocos elementos que con muchos. Pero, al final, he llegado a la conclusión de que no, de que es simplemente un criterio personal, y a veces lleva mucho más trabajo eliminar elementos a la hora de tomar una fotografía, o sea: decidir qué no quieres que esté en tu fotografía, frente a decidirse por jugar con todo lo que hay. Yo intento eliminar. Si me observo, en general, pues veo me gusta la carne sin salsa, las camisetas sin dibujo o con una cosa muy concreta, que me gustan los escritores que escriben con pocas palabras. Son cosas de las que me he ido dando cuenta con el tiempo y creo que tal vez se correspondan con niveles más profundos, pero tampoco he llegado al punto de autoconocimiento como para decir: “Y además está presente en esto y en esto más en mi vida”.
Imagen extraída del making of fotográfico de Corona Island.
Fotografía de Juanda Cortés, Ibiza, 2010.
Al escucharle, me pregunto hasta qué punto es conveniente para un creador indagar más de la cuenta en sus propias motivaciones. Hablamos sobre la necesidad de dejar correr el instinto y nos preguntamos qué es la fotografía en sí misma.
—La fotografía —dice Juanda—, hablando desde el punto de vista del autor, rescata la atención de la mirada; aunque luego es verdad que tiene, aparte, una función social muy fuerte, que de momento podemos obviar. Si hablamos de la relación del fotógrafo con aquello que fotografía, es puro opinar en todo momento, resaltar, destacar, subrayar. Recuerdo que esto no se me hizo evidente hasta que un día, creo que fue en el último trabajo que hicimos juntos, me dijiste: “¡Hey, has hecho fotos con más de una persona o con más de un elemento!”, o algo así, y dije: “Oye, pues es verdad: tiendo a hacer eso”.
Le pregunto cómo ha sido, en general, la experiencia de trabajar juntos.
—Hombre, yo lo he vivido como un salto —responde—, o sea: para mí ha sido un salto hacia delante, y en muchos sentidos. En el sentido quizá más práctico, más referente a los contactos o trabajos que se han derivado de trabajos contigo, ha sido claro. Yo destacaría que colaborando juntos, ha sido la primera vez que he sentido libertad absoluta para trabajar, y eso para mí no tiene precio. Ha sido la experiencia más bonita, en ese sentido, porque creo que no lo he vuelto a sentir jamás. O sea, no se me ha dado con otros trabajos, esa sensación de: “¿Tú?, haz lo que quieras, yo te contrato porque a mí me mola lo que tú haces y me mola que la gente que trabaja conmigo haga lo que quiera, porque confío en esas personas”. Y eso, ojalá con los años se vaya convirtiendo en una constante en mi vida profesional. Pero, hasta ahora, tú eres la isla en el océano.
La actriz Marta Suárez y el músico Jordi Sapena en el rodaje del vídeo musical “Febrero”,
de La Habitación Roja. Fotografía de Juanda Cortés, Madrid, 2010.
Le pido que destaque alguno de los proyectos que hemos realizado en común, es decir, uno de entre todos los making of fotográficos que él ha elaborado sobre los proyectos audiovisuales que yo he tenido la fortuna de dirigir.
—Hombre —responde rápidamente—, pues a pesar de que no sea el más agradecido de ver, recuerdo el spot de David Villa para Maxibón. Porque no había nada para fotografiar, me encontré con que a la media hora ya había fotografiado todo, y quizá haya resultado el menos interesante, pero para mí fue el que supuso un mayor reto, en el que quizás tuve más presente esto que acabo de decir ahora.
Rodaje del spot de Maxibón “Maxiball”, con el futbolista David Villa.
Fotografía de Juanda Cortés, Madrid, 2011.
Más allá de las colaboraciones puramente
profesionales, partiendo de una idea del propio Juanda, decidimos embarcarnos
en un proyecto personal y, aún más, personalista. Este proyecto
terminó convirtiéndose en Man in Progress.
Imagen extraída del proyecto «Man in progress».
David Martínez Romero fotografiado por Juanda Cortés, Madrid, 2012.
—Bueno, este proyecto, así a primera vista —explica—, me hizo creer que estas cosas ocurren; cuando digo “estas cosas” me refiero a que, para mí, que soy un curioso o un cotilla de vocación con la vida de las personas, el pensar que alguien te pueda invitar a fotografiar su vida, me resultaba un tanto utópico. Yo había visto proyectos parecidos, pero siempre ligados a una situación excepcional, como el seguimiento de la enfermedad de alguien, o cómo vive un parado, y hacer un seguimiento muy escueto de una situación concreta, por ejemplo un día en la vida de una prostituta, o ese tipo de cosas. Pero que alguien simplemente acepte documentar su vida… —Juanda se toma unos momentos para reflexionar—. Porque, luego, tu vida sí que ha tenido cosas que hubiésemos podido utilizar como gancho, ¿no? Alguien que está llegando a un sitio y de repente se va todo a la mierda, la productora, el BMW, el ático con la terraza, las sesiones en los garitos de moda, todo esto. ¿Qué pasa después? Pero ya habíamos empezado, nosotros. Entonces, por un lado, sí es como… es algo esperanzador: esto… ¡puede ocurrir! Estas cosas ocurren, estas sinergias (no sé si estoy utilizando bien la palabra) se dan. Y luego, claro, yo he estado presente, te he fotografiado desmantelando tu casa, con tu padre; he tenido la oportunidad, lo habré hecho mejor o peor, pero he tenido la oportunidad de captar muchas cosas. No sólo es un tío que se muda, es un tío que tiene una relación especial con su padre y están ahí, de repente, codo con codo, bueno ya le puedes dar todas las vueltas que quieras que tú estás ahí, con total libertad. Y bueno, luego, pues en lo personal, también ha supuesto mucho, porque es un contacto íntimo con alguien. Y bueno, pues yo qué sé, te habré hecho… ¿a lo mejor 8.000 fotos?. Pues he tenido que aprender algo por cojones. Pero me quedo con el hecho de que estas cosas pasan.
José Antonio Martínez en una imagen extraída de «Man in progress».
Fotografía de Juanda Cortés, Madrid, 2012.
Le pregunto si él ve surgir de «Man in progress» el germen de Homo Artifex, si podría definir este proyecto a partir de aquél. Y me responde en el acto:
—Pues hombre, a mí me cuesta mucho, la verdad, o sea ahora después de que hayamos hablado mil veces, de que me lo hayas explicado mil veces, quizá podría dar una definición de qué es Homo Artifex como proyecto. Pero, para mí, David Martínez y su idea ha sido siempre mucho más poderoso que Homo Artifex.
Le pido que ahora me hable del proceso de la fotografía, desde una perspectiva puramente espiritual o, si lo prefiere, poética.
—Voy a intentar responder cerradamente para no perderme —dice, se acomoda, piensa y prosigue: —La fotografía, para mí, es un lenguaje, un modo de expresión, cuanto menos racional, pues mejor. Entonces, en mi caso en particular, que resulta que soy una persona eminentemente racional, o mejor (en realidad no creo que nadie lo sea) más bien lo es el personaje que me ha traído hasta donde estoy ahora, que es un personaje eminentemente racional. Así como me he ido adentrando, interesando, profundizando, volcando en la fotografía, ese personaje eminentemente racional me ha empezado a generar conflictos, a ser un lastre. Hasta que yo no empecé a ser fotógrafo eso no me generaba ningún problema, porque de algún modo mi vida estaba muy proyectada hacia fuera: así encajes, así eres, podría resumirse. Eso… pues con la fotografía empieza a chirriar, porque, al fin y al cabo, aunque te guste enseñar tus fotografías, no fotografías para los demás. Y si fotografías para los demás eso se viene abajo enseguida. Entonces, cuando quieres fotografiar para ti, pues tienes que empezar a saber qué te interesa, qué no te interesa, por qué de repente ves contradicciones entre tu forma de ser para con los demás, en tu forma de relacionarte con el mundo, y en tu forma de fotografiar el mundo. Esas contradicciones, pues, puede que no, pero en mi caso sí me llevaron a hacerme preguntas, que son la base de un conflicto, y el conflicto es la base de cualquier progreso. Es decir, no estaría donde estoy si no fuera fotógrafo, estaría en otro lado. Mi proyecto parte de la necesidad de conocimiento. De autoconocimiento.
Le pregunto adónde cree que llegará si logra satisfacer esta necesidad.
—Me va a llevar al aquí y ahora constante —dice, con plena convicción—. Antes te hablaba del personaje que me ha traído hasta aquí. Es un personaje que ya no me sirve para seguir avanzando. Le doy las gracias porque me ha traído hasta aquí, pero ahora necesito desembarazarme de él. Creo que con ese Juanda había llegado a un tope, más allá del cual no paso, con el agravante de que no me puedo quedar ahí sabiendo que hay más. Si te quedas en un sitio pensando que no hay más, pues bueno, pues ya está. Hay gente a la que su personaje les sirve toda la vida, el mismo, y es cojonudo. Pero si por lo que sea no te sirve… es como la película, The Matrix, si tienes la opción de comerte la pastilla roja o la azul… sabiendo eso no te puedes comer la pastilla que te va a devolver a la cama.
Y en este momento, por primera vez desde que conozco a Juanda, identifico sus fotografías con el silencio, y así se lo digo. Afirmo que sus fotografías son silenciosas.
—Es una buena forma de describirlo —concede—. Sí. Es verdad, no lo había pensado así, pero sí, lo veo.
Recuerdo que, de hecho, en sus imágenes por lo general no aparece gente hablando, y que incluso cuando lo hace…
—Sí —me interrumpe—, pero lo que más me llama la atención no es que alguien esté hablando, es otra cosa. Aparte, yo he hablado tanto y he dicho tantas tonterías, por no estar callado, que es como: “ ¡Ya! O sea, ya está. No más miedo al silencio, no más miedo a responder con una palabra”, lo que aparte es algo que siempre he deseado.”
Le pido que me defina a su cliente ideal, cómo caracterizaría a aquellos con los que desearía colaborar en el futuro.
—Pues con alguien que me diese la misma libertad que tú —responde—, con presupuestos más altos, y me permitiese llegar a fin de mes. Parir un proyecto y de ese proyecto poder vivir. Quizá ése sería el ideal.
Siento que es el momento de hablar de fotografía, sin más, de la idea de la fotografía, de la esencia de la fotografía. Le propongo un juego a Juanda: que imagine encontrarse con un extraterrestre recién llegado a la Tierra y tenga que explicarle qué es la fotografía.
—Pues hombre, como te he dicho antes, la fotografía es, a nivel personal (al nivel en el que alguien siente la necesidad de coger una cámara y hacer fotos,) una forma de expresarse, tan obvio como eso. Una forma de expresarse, como he dicho antes, que cuanto menos racional sea, mejor (tiene que haber un mínimo de raciocinio porque hay un mínimo de técnica y quizás la intención necesite de algo del intelecto para materializarse, siempre). Pero sí, un modo de expresión, y de autoconocimiento también. ¿Por qué fotografío esto y no fotografío otra cosa? Creo que es algo así de simple. Y luego es cierto que la fotografía tiene otro componente, que no es menos fotográfico, y es su importancia social. Que ahora, además, en la era de la fotografía digital y la fotografía en los móviles, es una herramienta biográfica, autobiográfica, muy fuerte. La gente hace fotos a todo, todo el rato. Y dentro de quince años mirarán esas fotos y recordarán un poco cómo ha sido su vida.
Le confieso a mi entrevistado que me horrorizan las bodas, y que una agradable velada social se convierte, para mí, en una absoluta pesadilla cuando salen a relucir fotografías de boda o, peor aún, de viajes vacacionales. En esos momentos, soy capaz de salir corriendo y tirarme por el hueco del ascensor.
— Bueno, claro, tú… y la mayoría —concuerda—. Pero yo creo que mucha gente aguanta para poder tener la licencia de ponerte las suyas cuando tú vayas a su casa. Yo me chupo tus 800 fotos todas iguales de tu viaje a Turquía, y tú te vas a comer mis 800 fotos con historieta incluida de Nueva York. Quizás eso responde a otra historia, que es la necesidad de mostrarse y de hablar de uno mismo… porque toda la fotografía es hablar de uno mismo. No sé si te acuerdas de que la primera serie que colgué en mi web se llamaba «Egotismo». Y bueno, creo que hay que quitarse el pudor al hablar de uno mismo.
Me pregunto en qué consiste un concepto más elevado, digamos, más aristocrático, de la fotografía.
—Pues otro igual de vulgar, pero en otro círculo —responde Juanda, dándole una larga calada a su pitillo liado a mano—. La fotografía deja de tener ese componente llamémosle vulgar… no creo que sea tanto dónde, o cómo, o qué fotografía veas, sino cuando hay una conexión entre el que la hace y el que la ve. Ahí la fotografía deja de ser vulgar.
Sin título.
Fotografía de Juanda Cortés, Navacerrada, 2011.
Para concluir, le ruego a Juanda que amplíe su experiencia de la fotografía como una relación directa con el aquí y el ahora.
—Sí, tiene toda la relación del mundo. Para mí la fotografía ha sido la primera experiencia consciente del aquí y ahora. Cuando estoy fotografiando, cuando estoy enchufado fotografiando, no cuando estoy haciendo un catálogo de bolsos, sino cuando estoy siendo fotógrafo, siendo Juanda, fotografiando, es cuando no tengo consciencia de nada, la especulación mental desaparece, o sea es una reacción total e inconsciente, y creo que eso le da mucha consciencia, pero no sé si sé desligar esta paradoja.
Y el caso es que también Fernando Monedero (Fer Reinvents), nos habló en la pieza audiovisual que le dedicamos de la importancia que, para él, tenía la música precisamente en su relación con el presente. Es como si la única forma que encontrásemos para conectar con el presente consistiera en no pensar en él.
—Pues claro, es que es así. La razón es un arma de doble filo, con el filo que duele mucho más grande que el otro. Creo que todos hemos experimentado el aquí y ahora. Todo el mundo se ha dejado llevar por el aquí y ahora con la música, en algún momento, y es cuando mejor ha bailado, cuando más lo ha disfrutado, cuando menos te has ido, cuando más ha fluido, pero en ningún momento estabas pensado: “estoy bailando”. Reacción pura. Aquí y ahora; en el sexo es quizá donde el aquí y ahora está más democratizado. Porque, aparte, todo el mundo también ha practicado sexo sin estar en ese modo, y sabe que no tiene nada que ver. Así que creo que el aquí y ahora: para mí ése es el concepto alrededor del que mi vida está girando.
Selección de fotografías de Juanda Cortés,
realizada por él mismo.
Quise explicarme pero no supe qué decir. |
Cualquier rastro de vida. |
Un verdugo en cada esquina. |
Luna llena. |
Una palabra tuya. |
Silencio. |
El espíritu de la escalera. |
Por omisión. |
Demasiado precavido. |
Sergio me contó que la perfección es a lo que te agarras
cuando no encuentras el talento.
|
Contigo. |
Asiento 56. |
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