Entrevista a
TOMÁS MERLO
(Entrevista completa)
Fotografía: Ernesto Cortijo Ballesteros
Texto: David Martínez Romero
Texto: David Martínez Romero
Conocí a Tomás Merlo el pasado verano,
cuando el propio bajista y compositor tuvo la bondad de acudir a mi estudio
para charlar, luego de haberme enviado un mensaje vía Facebook en el que me
felicitaba por el trabajo realizado con Jazz
en Madrid, pero también criticaba amablemente el sesgo que se producía en
este trabajo al destacar solamente a ocho personajes, un club de jazz (el Café Central) y un espacio de
música alternativo (Lo Otro), en una ciudad tan jazzísticamente boyante de
historia, profesionales y actividad. Ya sentados uno frente al otro, le
expliqué que, así planteado, estaba completamente de acuerdo con su apreciación,
pero que no se trataba de eso, que Jazz
en Madrid era la primera edición de la que espero sea una larga serie de
piezas dedicadas al jazz en la ciudad
de Madrid, cuyo objetivo es precisamente llegar a ofrecer, en conjunto, una
panorámica completa, dinámica y siempre viva. Por eso estaba ya trabajando en
la segunda edición, que ahora, casi medio año después, se encuentra lo bastante
avanzada como para considerar que llegará a producirse. Lo más importante en lo
que respecta a esta entrevista es que
invité al propio Tomás Merlo a participar en la concepción de esa segunda
entrega, algo que me parece esencial en la forma de entender este proyecto que
hemos llamado Homo Artifex: la participación, ofrecer la posibilidad de
participar y colaborar en nuestros proyectos a todo aquel que sienta que tiene
algo que aportar. Y Tomás aceptó; yo le planteé mi idea para la segunda
entrega, él me dio su opinión, que luego cotejé con Pablo Sanz y con Dick
Angstadt, y a volar. Entretanto, pensé que una manera eficaz de preparar
nuestra entrevista para Jazz en Madrid 2,
era conversar y compartir la conversación aquí en el blog.
—Quiero empezar hablando de algo que me hiciste ver en nuestra primera conversación y luego e ido
comprobando cada vez más —comienzo—: el problema de las estructuras de festivales en España respecto
al desarrollo del músico de jazz. Me gustaría que me hablaras expresamente de
ello.
—Bueno —prosigue Tomás— yo creo que el problema que hay ahora mismo es que en España hay
una emergencia de músicos jóvenes preparadísimos, con muchas ganas de hacer
música, haciendo ya muy buena música original al nivel de cualquier otra
escena, o sea, a nivel europeo. Yo creo que estamos en un momento ahí de
ebullición cultural muy fuerte. Pero el problema es que, pese a haber realmente
muchísimos festivales en nuestro país (aunque parezca todo lo contrario), y haber
un montón de festivales en verano, por desconocimiento de los programadores
(creo yo que va ligado a esto), se niega un poco el acceso a esos escenarios al
artista local. Y esto conlleva que el músico local no pueda promocionarse y no
pueda seguir adelante en su propia carrera, y al final acabamos todos haciendo
trabajos menores, dando clases, etc., y es una putada, porque si de repente el
músico local quiere salir fuera a tocar a algún festival, pues claro, en los
festivales de fuera necesitan alguna referencia, miran tu currículum, miran qué
es lo que has hecho, y cuando no has hecho nada en tu país es imposible acceder
ahí, ¿no? Entonces creo que hay un gran desconocimiento por parte de los
programadores culturales de los ayuntamientos sobre qué es lo que está
sucediendo en su propia ciudad.
—Me gustaría que te extenderías especialmente sobre este asunto —le pido—, la
necesidad del músico de acceder a los festivales locales para poder presentarse
a festivales internacionales.
—Claro, obvio.
—Cuéntame cómo funciona eso, y por qué.
—Bueno pues porque, hombre, los festivales de fuera necesitan
alguna referencia, necesitan saber por qué te tienen que programar, ver un
poquito tus logros. Y claro, si ven que no hay nada, que tienes cuatro vídeos
tocando en un garito… por más que toques música de la hostia no ven una
trayectoria de festivales, o que hayas ganado concursos, que tengas premios,
porque en otros países todo eso sí que se da… Yo he vivido ocho años en
Holanda, allí hay apoyo del gobierno a los músicos jóvenes que estudian jazz y quieren desarrollar sus carreras,
concursos cada dos por tres de mejor solista de jazz, mejor banda de jazz,
un montón de apoyo para lo que es el jazz
en general entre los jóvenes. Todo eso sucede, y cuando tú eres ciudadano
holandés todo eso suma en tu CV, que has ganado este premio, que has ganado el
otro, que te has ido a Bélgica con una beca de no sé qué, luego has tocado en
este festival, en el otro, todo ello apoyado por el gobierno… todo eso suma en
tu carrera y hace que tengas un buen currículum para luego acceder a un
festival en un país en el que no te conocen.
— Cómo es posible —pregunto—,
salvando todas las honrosas excepciones y con los respetos que es necesario
mantener, cómo es posible que los programadores de festivales en general no
sepan a quién programar.
—Bueno, muchas veces la gestión de esos festivales recae en la
gestión cultural del ayuntamiento, y a veces los programadores son meros
funcionarios que se dedican a cultura. Entonces ellos no tienen ningún
conocimiento, digamos ninguna referencia de los artistas locales porque, como
no están realmente metidos en esta historia, no se recorren la noche de su ciudad
ni van a ver qué es lo que sucede, entonces se limitan a acceder a la
programación de los festivales mayores, y dicen: “A ver, jazz, quién es conocido, pues Herbie Hancock, Esperanza Spalding,
etc., etc.”, o sea gente internacional, y programan eso.
—Pero aquí hay
una contradicción inmensa.
—Por qué.
—Porque no puede ser que las personas que programan los festivales
no sean expertos en lo que están haciendo.
—Pues es lo que sucede en el 90% de los casos.
—Solución.
—¿Sacar a toda esa gente de ahí? —nos
reímos—. No sé. Qué quieres que te diga, es muy
complicado.
—¿Y buscar una vía para informarles?
—También hay otra cosa: en todos los festivales, como precisamente
los programadores no están muy puestos en el tema, lo que hacen es tener esos
ayuntamientos contratos con varias agencias que llevan artistas
internacionales, y entonces ese tipo de esa agencia les vende un paquete, un
paquete que tiene siete artistas de nombre internacional, más o menos, y dos
estrellas, todo por 75.000 euros, y ya está. O sea compran el paquete y eso es
lo que hay en la programación del festival. Por eso, cuando te miras la
programación de festivales de verano para España, la programación en cada uno
de los festivales es prácticamente la misma, siempre contratan a la misma
agencia que es la que se encarga… entonces, claro, el artista local ya no puede
acceder ahí. Tú envías un email a la
casa de cultura, pero es claro que no se detienen a leer los emails de todos los músicos que quieren
acceder al festival. Les llama el de la agencia X de Barcelona, les vende un paquete
de 75.000 euros y dicen: “Pues vale, ya me olvido yo de hacer la programación,
me la monta este señor, me monta los artistas y ya está, no tengo que hacer
nada más”. Eso sucede así en los festivales, en Vitoria, en San Sebastián,
todos los festivales grandes.
—Bueno —propongo— vamos revisar
una serie de imágenes con las que me estoy encontrando a medida que me voy
acercando cada vez más al mundo del jazz:
estoy conociendo a una generación, incluso dos generaciones de músicos
excepcionales, que están haciendo cosas muy interesantes a un nivel muy alto,
que no tienen muchos lugares donde poder mostrarlas. Veo al músico de jazz corriendo para sobrevivir, haciendo
37 cosas a la vez, me doy cuenta de que incluso cuando graban un disco, se hace
también corriendo, muchas veces sin ensayar o ensayando muy poco, y por eso se
utiliza mucho el concepto de un disco que está tal y como quedó en los primeros
ensayos y todas estas cosas. Yo pienso que todo esto va en detrimento del crecimiento
musical. Y desde luego, de la persona. El otro día me decía Chema [José María
García Martínez]: “Yo no sé cómo viven estos chicos…” ¿Sabes lo que me recuerda
todo esto? A la situación del cubano medio que conocí en Cuba, que se pasaba inventando
todo el día para sobrevivir.
—Así andamos, sí —se resigna Tomás.
—Cuéntame cómo es esto desde tu perspectiva.
—Bueno, a ver… por dónde empiezo. Sí, tenemos que hacer mil cosas a
la vez por que en los conciertos no ganamos suficiente para poder mantenernos, y
los que tenemos familia como yo, para poder mantenerla. Y hay que andar pues
eso, dando mil clases, tocando con mil bandas de covers diferentes, haciendo una orquesta allí, otra orquesta allá,
o sea, tenemos que andar de un lado para otro para poder ganar, y eso si llega,
mil euros al mes.
—
Dime cómo afecta todo eso a tu desarrollo musical, a
tu capacidad para desarrollarte.
—Pues hombre, afecta mucho. Por ejemplo, en lo que dices de sacar los discos así corriendo, con un ensayo, afecta que si tú escribes música, y
quieres hacerla bien… Yo es que soy un romántico, a mí me gustan las bandas, he
crecido escuchando bandas, he crecido escuchando Weather Report, toda esa gente que era realmente una banda, no eran
cuatro que se juntaban la noche anterior para hacer un ensayo, y se subían en
un escenario delante de 20.000 personas y tocaban… —aquí me
faltan las palabras para describir el cariño con que Tomás Merlo ha pronunciado
este “tocaban” —. O sea: cómo afecta el que estemos
cada uno a mil, pues que ninguno de los músicos tiene tiempo para mirarse la
música que tú escribes en casa, tampoco tiene tiempo para ofrecerte ensayar
cinco veces antes de una grabación, te ofrecen ensayar una vez, porque claro,
los músicos con los tocamos somos todos amigos, y no pagamos a los otros
músicos por grabar, de modo que donde está el dinero pues siempre hay
prioridad. Entonces claro, afecta mucho, por ejemplo: bandas que he tenido. He
tenido músicos increíbles, y por eso mismo, cuando hacíamos un concierto,
pasaban muchas cosas; ahora bien: yo sé que si todo el mundo estuviese más o
menos bien, si no necesitaran currar quince horas al día para poder sacar mil
euros al mes, si tuviesen tiempo de mirar realmente bien la música, estudiarla,
y de poder ensayar una vez a la semana antes de hacer un bolo, “x” tiempo antes
de hacer un bolo, pues la música se podría elevar veinte mil veces más, podría
llegar mil veces más lejos.
—Estoy convencido de ello. Aprovechando que has hablado de
romanticismo, te voy a hablar de la parte romántica que me estoy encontrando
conociendo a personas como tú. Estoy conociendo a gente con una capacidad inmensa
para la creación, para la tolerancia, para la participación… con un modo de
vida muy interesante, alternativo en el sentido más honesto de la palabra. Todo
eso me parece muy interesante, y me gusta conoceros e intentar daros a conocer,
creo que es una manera de celebrar la creatividad. Ahora te voy a decir las
conclusiones negativas que estoy observando. Veo un conglomerado de personas
muy individualistas, músicos que no se siguen unos a otros, que no se apoyan
unos a otros, incapaces de asociarse de una manera efectiva, lo cual me parece
que sería crítico para poder algún paso en alguna dirección, y no son capaces
de asociarse porque ese individualismo, al final, a lo que lleva es a un montón
de gente con discursos propios, cada uno peleando por su propio discurso, y
claro, si por un lado tiene que estar corriendo de un lado a otro para poder
sobrevivir, y por otro está construyendo su discurso, no le queda tiempo para
escuchar el de los demás. ¿Qué piensas de todo lo que te acabo de decir?
—Yo estoy totalmente de acuerdo y está muy ligado al comentario que
escribió nuestro amigo Chema en Internet, ¿no? Que en cierta medida ya no le
interesaba lo que sucedía y tal, yo hablé justamente de eso, que para mí es muy
triste ver que no hay realmente bandas en las que los músicos que están en el
escenario se sientan más preocupados de estar ahí por la música que de estar
ahí por su propio discurso. En los escenarios veo cinco músicos increíbles que
lo único que están esperando cada uno de ellos es que llegue su turno para
hacer su solo, pero no hay realmente… o en algunos casos sí, obviamente… pero
falta eso, falta un trabajo de base, de grupo, que todo el mundo ponga todo su
corazón por hacer que esa banda en global, en conjunto, funcione, que funcione
mucho mejor. Y es porque la gente no tiene tiempo, y porque es verdad que estamos
ahora en un momento en el que todos queremos ser artistas, todos queremos ser
una cabeza ahí creativa y mandante, y todo el mundo está pensando en lo suyo, y
no en crear cosas en conjunto.
— Me voy a poner un poco político —aviso—. ¿No crees que esto pueda ser una de las consecuencias más
perniciosas de la sociedad de mercado, del capitalismo, interpretado como yo
creo que se ha malinterpretado en España: una cierta clase política atrapada en
sus propios intereses y pensando sólo en enriquecerse, una población cada vez
más aislada, más atomizada, que no es capaz de unirse, que no es capaz de
colaborar. Estamos empezando a ver algunos cambios en el plano político, pero
lentos y quizá un tanto anclados en el pasado, ligados a ideologías
tradicionales que hacen difícil advertir qué viene de largo, qué viene de
nuevo. Te digo todo esto porque me parece terrible que los músicos no sean
capaces de asociarse, de crear una entidad social que defienda sus intereses,
que los proteja y que también los promueva. ¿Por qué? ¿Es una consecuencia
directa del no tener tiempo para nada?
—Sí. No sé el por qué. O sea, estamos todos muy a nuestra bola. Sí,
yo creo que, claro, como estamos tan preocupados de estar en mil cosas para
poder tirar para delante, cuando tienes un momento libre pues en lo primero que
piensas es en lo tuyo propio, no piensas en realizar algo más en conjunto. Sí
que ha habido intentos, pero no, nunca… no sé si al final vence la pereza, no
sé, ni idea, porque es, digamos, en el campo organizativo del crear, pues eso, consejo
de músicos o lo que sea… todo eso nunca funciona, y en lo de las bandas, pues
está muy complicado. O sea, yo que soy un romántico esto lo sufro mucho.
—Sabes que hay un proyecto ahora que está liderando nuestro amigo
Luis Verde, por tratar de crear un festival permanente de jazz. Desde luego a nosotros nos gustaría también informar sobre
eso y poder tratarlo. ¿Conoces el proyecto? Háblame de él.
—Bueno, un poquito, o sea, nos ha enviado a todos un whatsapp y la idea es eso, parece que al final ha conseguido apoyo de una
sala, que va a ser el Bogui, donde se puedan programar de forma regular artistas tanto locales como del resto de la península, artistas
emergentes. Y poder realizar masterclasses
en conjunto, colectivas, todo eso.
—Hace apenas un mes —digo, cambiando de tercio—, hace no demasiado tiempo, tuve la oportunidad de disfrutar de
una propuesta que liderabas tú: un bajo liderando una Big Band, no muy
convencional, no muy habitual. Háblame de este proyecto, cuéntame qué es lo que
vi.
—Pues lo que viste fue la Big Band de la Escuela de Nuevas Músicas,
la cual estoy liderando gracias al apoyo de la propia ENM. El proyecto que estamos
haciendo esta temporada es un proyecto que he escogido personalmente, porque
para mí es muy importante ofrecer un tributo a la música de Jaco Pastorius. Jaco
Pastorius es el músico que ha marcado mi vida musical, mi trayectoria, mi
estilo, mi voz, digamos, mi dirección musical, y creo que le debía un tributo
en condiciones. Jaco fue un revolucionario de la música en general, ya no del jazz, porque él llegó a muchísimos
campos musicales, y sobre todo revolucionó el instrumento que toco. El bajo
eléctrico antes de él era una cosa, después de él fue otra cosa. Y pues eso, le
hice un tributo a Jaco Pastorius en el que estamos tocando su música tal cual,
nota por nota, arreglada con sus arreglos originales e intentando emularlo lo
mejor que podemos.
—Una de las cosas que más me sorprendió de esa noche fue
encontrarme una propuesta muy energética, vamos, que me lo pasé muy bien, a
pesar de estar medio constipado.
—Bueno, una de las cualidades que tenían tanto él, Jaco, como su
música, era la capacidad de llegar a cualquier tipo de público. Jaco no era un
mero músico de jazz, era un músico, y
tenía esa capacidad de transmitir a cualquiera su música. De hecho, Jaco con su
propia big band y con esos mismos
arreglos tocaba en estadios de fútbol delante de 20.000 personas que iban a ver
esos temas que viste el otro día en el Bogui. Es una música muy energética, muy
bailable, muy funky, porque bebe de
todas sus influencias, desde luego jazz,
pero hay James Brown, hay Debussy, hay Stravinsky, está ahí todo junto…
—Es exactamente lo siguiente que te iba a decir: sonando como una big band, y teniendo el swing original, como si dijéramos
enganchándolo todo, se oían muchas cosas distintas, se oían muchos estilos
distintos, cuéntame, concretamente. Me acabas de poner algunos ejemplos…
—Jaco creció en La Florida, en la zona de Miami, Fort Lauderdale, y
en esa zona en la época de los 60 había mucho funk, había mucho motown,
mucho R&B, su padre era cruner,
y había cantado con Sinatra, en su propia big
band, Jaco tocaba desde soul a R&B,
funk… él se crió tocando realmente de
todo, le encantaba Stravinski, Debussy, digamos que su pluma no tenía freno, le
daban un poco igual los estilos, tenía esa capacidad de poder escribir música
mezclando todas sus influencias, y quizá al final de lo que se trata es un poco
de eso, intentar no ceñirte al “Yo sólo soy músico de esto o de tal”, sino que
has crecido con una serie de influencias. En su caso creció escuchando de todo,
todo le gustaba, con tal de que fuese buena música, y entonces está todo ahí,
todo está en esa música, y por eso llega a mucha más gente, porque no es música
únicamente elitista para una gente que sólo entienda un tipo de lenguaje, e
incluye muchos otros elementos.
—Con esto nos podemos hacer una idea mejor de quién era Jaco
Pastorius. Pero —pregunto— ¿quién es
Tomás Merlo?
—Pues mira, yo crecí en Palma de Mallorca, y tengo muchas cosas en
común con Jaco, sobre todo en la zona en la que crecí, por suerte. Hoy Mallorca
ya no es lo que era entonces, pero en aquel momento tenía una vida musical pues
muy, muy grande. Justo cuando yo empecé a tocar, en el 95-96, con quince,
dieciséis años, habían pasado apenas unos años de la Guerra del Golfo. En aquel
periodo los portaaviones pasaban por Mallorca, y cuando acabó la guerra muchos
de los músicos americanos que llevaban esos portaaviones se quedaron a vivir en
la isla. Ya estaban allí los antiguos Drifters,
estaba un señor que se llamaba King James, un guitarrista cantante
afroamericano que había sido guitarrista rítmico de James Brown, había un
montón de músicos de Miami de la zona de Fort Lauderdale ,que es de donde
procede Pastorius. Toda una serie de músicos que se quedaron a vivir allí, y
gracias a eso había bolos todas las noches que parecían realmente años 60 en
Estados Unidos, porque todo lo que se tocaba era Motown, funk y encima
tocado por gente americana, gente que había tocado realmente con James Brown. Así que cuando empecé a
tocar, como bajistas tampoco había muchos, pues tuve la suerte de recibir
enseñanzas de toda esta gente. Crecí bebiendo de todas esas influencias,
bebiendo el Motown desde la propia
gente que había creado el Motown
tocando funk, tocando toda con esa
historia. Y luego estaban los músicos procedentes de la zona de Miami, tocaban
en un sitio que se llamaba el bar Barcelona, que ya no existe, todos los fines
de semana, y tocaban jazz. Así fue mi
primer acercamiento al jazz, y encima
tocaban muy, muy bien, Aprendí mucho de ellos, y la verdad es que no tenía
ningún tipo de filtro, a mí me gustaban todos sus estilos, me encantaba el funk, el sonido Motown, me encantaba el jazz,
y bebí un poquito de todos.
—¿Por qué el bajo? —aprovecho para preguntar.
—Pues un poquito por mi familia —responde
Tomás Merlo—, porque mi tío es bajista, mi tío toca
con Serrat y es profesor de Musikene
de bajo eléctrico, y ha sido profesor de Luis [Verde], y entonces claro, el
bajo estaba en mi familia siempre muy presente, ¿no? Siempre en mi familia era:
“Víctor, Víctor, Víctor”, y Víctor de gira por las Américas todo el día: “El
bajo, el bajo”, y entonces yo qué sé, me llamaba ahí un poco la atención, la
figura de mi tío, siempre viajando, bajista, tal… Y luego mi padre, que siempre
llevaba en el coche un disco de Miles que se llama Tutu, y en este disco toca Marcus Miller.
Siempre me llamaba la atención de ese disco un sonido muy particular —aquí
Tomás rompe a producir el ritmo—, que luego descubrí
que venía del bajo, y entonces fue como algo así muy natural. Mi padre me
compró un día un bajo y me regaló un disco de Jaco Pastorius, y hasta hoy.
—Y hacia dónde quieres que vaya tu música, más allá de los
homenajes que le rindes a Jaco, que entiendo que es también una forma de
recuperarlo y de reivindicarlo.
—Sí, hombre, ha sido un proceso natural… yo sabía que en algún
momento tenía que realizar algo en honor a esa figura que me ha marcado tanto,
y ése no es realmente el único tributo a Jaco que he hecho, sino que acabo de
grabar un disco con su hijo, allí en Fort Lauderdale, que va a salir dentro de
nada.
Como he tenido la oportunidad de escuchar este disco gracias a la
generosidad de Tomás, me permito compararlo, y sugiero con se trata de una
pieza más introspectiva de lo que se muestra el espíritu de la big band.
—Puede ser, es un formato a trío, hay menos elementos. Sí, puede
ser.
Tomás hace un alto reflexivo, y prosigue:
—Adónde quiero
que llegue mi música. Pues tengo varios proyectos, todavía no tengo un disco
como solista, como Tomás Merlo. El que te dejé, ése es con mi banda que se
llama The free punk ensemble, que es
una banda, y el proyecto con el hijo de Pastorius es de nuevo otra banda, es un
trío. Entonces sí que tengo un proyecto en mente, a ver si puede ser el año que
viene, este año que entra, en el cual voy a grabar con mi big band. Va a haber un poquito de todo. Van a estar todas mis
influencias, no va a ser, digamos, jazz
en exclusiva, va a ser un poco parecido a lo que tú has visto con Jaco, porque
básicamente tenemos las mismas influencias, va a ser más abierto, dirigido a un
público más extenso.
—Para
concluir, qué te gustaría añadir.
Tras unos largos segundos en los que se mantiene pensativo, llegamos a la conclusión de que es más fácil
que yo me anime a preguntar.
—Bueno,
entonces pregunto: ¿estás de acuerdo con Israel
[Sandoval], respecto a que el músico sabe que no va a ganar dinero cuando elige
el camino del jazz?
—Bueno —responde Tomás—, al dedicar
tu música al arte en general, porque ya no es sólo el jazz: el que quiere dedicar su vida a ser artista, porque tú puedes
ser músico de sesión, y ahí entras en otro dinámica, en otro tipo de mundo. Pero
cuando decides dedicar tu vida al arte, a sólo realizarte artísticamente, pues
sí, es más duro, es mucho más laborioso, porque te cierras más campos, vas solamente
a por lo tuyo, a poder realizar tu arte y eso es mucho más difícil, en
cualquier tipo de arte debe pasar lo mismo. Porque tienes que realizar tu
carrera, lanzarla, estar constantemente intentando inventar algo, pues es mucho
más laborioso y más sacrificado, porque no se valora tanto como lo mainstream, y así es una carrera más
difícil.
—Conectando con lo que decíamos antes, ¿no será que son todas esas
dificultades las que a la vez te hacen más individualista, al final acabas concentrado
en un proyecto personal?
—Sí, puede ser que te haga más individualista, claro, te metes
mucho más en tu película, aunque depende de cómo la quieras llevar, yo por un
lado estoy desarrollando mi carrera como artista individual, pero por otro lado
yo necesito de un montón de gente para realizar mi carrera, entonces, ¿soy
individualista? Sí y no. Ya te he dicho, yo soy un romántico, yo siempre
intento realizar música más en conjunto. Yo qué sé. Es complicado. Depende.
Depende un poco del tipo de artista que seas.
—¿Qué le dirías a quien no te conozca par animarlo a conocer tu
proyecto?
—Pues primero que se anime a salir de casa y que se anime a ir a
ver música en directo, porque la música en directo siempre transmite mucho más
que los vídeos de YouTube, y que se
deje un poco llevar. Yo considero que no estoy haciendo música muy complicada,
muy elitista, en mis conciertos se va encontrar música de calidad. Mucha gente
le tiene miedo al jazz porque piensan
que van a ir y ver algo muy denso, que no lo van a entender. Creo que también
uno de los problemas de la escena del jazz
de ahora es también esa mentalidad del músico… Pero vamos, que no va a
encontrar nada muy complicado, que se anime a venir a vernos. Algo que tenía
que haber dicho antes, y va un poquito con el individualismo del artista, es
que creo que ahí hay un error en el sentido de la mentalidad del músico de
hacer música muy introspectiva, muy difícil de llegar directamente al público.
O sea, música muy para músicos que se está haciendo en algunos casos, y se está
olvidando un poquito la esencia de intentar llegar primero a la audiencia. Los
americanos, toda esta gente que son todavía de la antigua generación “jazzera”
eso sí que lo tienen muy presente. Yo he podido viajar unas cuantas veces a
Estados Unidos y trabajar con músicos de allí: la manera en que se plantean los
gigs, que allí ellos los llaman los shows, y así cambia completamente el
concepto del concierto, es siempre hacer música interesante para nosotros pero
que a la vez llegue a la gente. Y aquí creo que esa mentalidad todavía no la
acabamos de entender, y por eso también nos cuesta tanto llegar, o abrirnos paso
en nuestra carrera, es difícil que nos conozca mucha gente cuando lo que
queremos hacer es una cosa muy sólo para un grupo muy cerrado de gente muy
entendida. No sé qué opinas tú.
—Creo que, desde el punto de vista de la creación del artista, él
tiene que ser honesto consigo mismo y hacer eso que él quiere hacer, trabajar y
creer en ello y, en la medida de lo posible, ser independiente de si va
dirigido a un gran público o no. Por otro lado, en un ambiente en el que ya uno
tiene muy presente que es muy difícil llegar a un gran público, puede ser fácil
caer en el juego de esconderse en lo introspectivo, lo extraño, porque al dar
uno por sentado que va a haber muy poquita gente que llegue a ello, pues bueno,
se queda allá en el mundo de lo indescifrable y así no hay que dar muchas
explicaciones, o más bien todas de carácter conceptualoide, inasible. Si me
preguntas qué haría yo: las dos cosas, trabajar en una dirección que me llevar
al mayor número de gente posible dentro de mi capacidad, y hacerlo de modo que
al tiempo me expresara íntimamente. Creo que por un lado un artista debe ser
honesto, y por otro que hay quien se oculta dentro de la rareza. Dicho lo cual,
también es cierto que a mí me gustan las rarezas, que me divierten ¡Pero tienes
que terminar tú, no podemos terminar conmigo!
Nos reímos. De nuevo, Tomás se queda pensando.
—No sé qué decir, me he quedado en blanco.
—¿Cuándo va a salir el próximo proyecto, el que has desarrollado con
el hijo de Jaco?
—Mira, para no pillarme los dedos, febrero. En febrero está fuera.
Está prácticamente acabado, pero nunca se sabe. Se va a llamar Recordando a Jaco Pastorius, y lo he
grabado junto a Randy
Bernsen que es un guitarrista americano que tocaba con Jaco, y con su
hijo, Julius Pastorius,
en la batería, y espero que salga en febrero.
Fin de la entrevista completa
E.N.M. Big Band interpretando Three views of a secret
Bogui Jazz, 22 de noviembre de 2015
Selección de fotografías realizadas el estreno de la E.N.M. Big Band en Bogui Jazz
con Tomás Merlo en la dirección y la participación estelar de Antonio Serrano:
Homenaje a Jaco Pastorius
Homenaje a Jaco Pastorius
22 de noviembre de 2015
(Cortesía de Bogui Jazz)
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